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Tribuna:Sexto golpe militar en Nigeria en 25 años
Tribuna
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Una intervención militar corporativa

La interpretación de los acontecimientos de ayer en Lagos pasa necesariamente por la mención de la creciente pugna que sostenían en los últimos meses el presidente Mohamed Buhari y las FF AA; representadas por el general Ibrahim Babangida, jefe de estado mayor del Ejército de Tierra. En este sentido cabe señalar que el golpe de Estado constituye un simple desplazamiento de Buhari y de sus allegados de las esferas de poder. Se trataría, por tanto, de un asunto de palacio, pese a que sus, consecuencias pueden ir mucho más allá.El general de división Ibrahim Babangida, con el mismo rango que Buhari, es un héroenacional. Cerebro del golpe que en 1975 desplazó a Yakuwu Gowori, instalando el popular régimen de Murtala Mohamed, fue también Babangida quien abortó el intento de golpe de febrero de 1976, que costó la vida a Murtala. Cuando el sucesor de éste, el también general Olesegun Obasanjo, cedió el poder a Ia Administración civil de Sehu Shagari, Babangida pasé de nuevo al anonimato.

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El 31 de diciembre de 1983, el brigadier Babangida organizó de nuevo una intervención militar de carácter corporativo. Shagari y sus principales colaboradores fueron arrestados y el Ejército designó como presidente a un personaje que nada había tenido que ver con la preparación del golpe: Mohamed Buhari. La razón hay que buscarla en el prestigio que, como hombre cosmopolita y moderado, había adquirido Buhari cuando desempeñó el cargo de comisario (ministro) del Petróleo en la Administración Obasanjo. Los militares querían entonces, por encima de todo, transmitir al exterior, y especial mente al Fondo Monetario Internacional, una imagen de moderación que permitiera continuar las negociaciones que condujeran a salvar la desastrosa situación económica del país.

Pero Buhari hizo algo más que presidir nominalmente el Gobierno. Dejó el control del Ejército a los protagonistas del golpe e intentó por su parte construirse una base de poder propia, acercándose sobre todo a las fuentes tradicionales del poder, como el emir de Sokoto. Su ambicioso proyecto incluía la instauración de un sistema económico menos ferozmente capitalista que el vigente y más cercano al modelo islámico. De esta manera pretendía también frenar el fanatismo religioso, que ha causado miles de muertos en tan sólo un año.

La visión de Babangida era radicalmente distinta, y buscaba institucionalizar el papel del Ejército nigeriano como van guardia permanente en la modernización del país. Para ello, el jefe de estado mayor del Ejército de Tierra presionaba continuamente al ejecutivo para obtener más y más fondos con los que renovar los sistemas de armas. A menudo, Babangida y los demás jefes de estado mayor efectuaron compras de material sin autorización del Gobierno.

Hace seis meses, el nuevo presidente nigeriano anunció cuál sería su modelo de desarrollo: el Brasil de los militares. Babangida sugirió que había que desarrollar la base industrial nigeriana -hacia una economía orientada a la defensa., Propuso construir una enorme ciudad del armamento, obteniendo la tecnología necesaria mediante licencias, compra, préstamo o incluso robo. Sin llegar a publicarlo, Babangida dio a entender que estaba preparando un plan de desarrollo de 25 años orientado hacia la construcción de la primera industria militar del continente africano.

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Concepciones tan distintas del papel que debería jugar el país condujeron a una pugna que cada vez fue menos dialéctica. Buhari conseguía a menudo hacer vencer sus tesis en el Consejo Militar Supremo y, sobre todo, en el Gobierno, pero el verdadero poder se hallaba, como el golpe de ayer ha demostrado, en el Ejército que le aupó hace 20 meses al poder.

Como casi siempre ocurre en Nigeria, el golpe será de nuevo popular durante los primeros meses, para decaer el entusiasmo al pasar los meses y comprobar que, desgraciadamente, todo continúa como antes. El nuevo Gobierno intentará seguramente atajar el desencanto juzgando y condenando a los altos cargos de la Administración civil que Buhari había protegido, así como obteniendo préstamos en el extranjero para financiar su proyecto. Pero no parece que haya en el mercado internacional ninguna predisposición a dar créditos a una nación endeudada hasta la médula.

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