La policía, la izquierda y el cambio
Siempre ha existido una actualidad policial. Bajo el régimen franquista la policía fue un instrumento de la dictadura, y la Administración gubernativa (altos mandos del Ministerio de la Gobernación, de la Dirección General de Seguridad y gobernadores) estuvo ocupada por conocidos militares de la época. Durante la transición la policía continuó dando que hablar, bien sea a propósito de acciones represivas ilegítimas o con ocasión de las actuaciones de las unidades especializadas contra el terrorismo y de las demandas de desmilitarización de la Guardia Civil. También los ministros del Interior Martín Villa y Rosón ocuparon generalmente un lugar importante en los medios de comunicación. La cuestión es que todo lo relacionado con la policía interesa a la opinión pública.Pero una cosa es esta actualidad y otra la permanente presencia del Ministerio del Interior de Barrionuevo en la cartelera de sucesos políticos, con la consiguiente devaluación de los órganos de la seguridad del Estado y el descrédito político de sus máximos responsables. Y no deja de ser paradójico el que, a pesar de los halagos formales y de las fervorosas exaltaciones que el ministro dedica regularmente -cuando le acucian los agobios- a los cuerpos de seguridad, el origen esencial de la mayor parte de sus problemas radica en la desconsideración real de este departamento hacia el tema policial, pues, a fuerza de no afrontar el modelo policial histórico español -con su característica concepción del mantenimiento de orden público centralizado y militarizado-, aquel modelo permanece inalterado, con sus inercias y sus vicios arraigados. Hasta el punto de que algunas de las acciones policiales des proporcionadas son en gran parte consecuencia de un modelo trasnochado que con su estructura militarizada condiciona las pautas de actuación de sus agentes.
Son numerosos los observadores que, en el mejor de los casos, no ven una diferencia fundamental entre Barrionuevo y sus precedesores. Algunos policías parecen tener las núsmas artimañas, y otros, las mismas razones o más para manifestar su descontento. De todas maneras, la asimilación de la situación de ayer a la de hoy es superficial. Desde antes de la llegada de los socialistas al Gobierno, la policía cambia, pero no por la escueta política de reformas, sino porque la institución está en un momento importante de su evolución, a la que sin duda también ha contribuido, a pesar de algunas de sus adherencias individualistas y conspirativas, la reciente dinámica sindical.
Es cierto que la izquierda no tiene, una reflexión original sobre la policía, excepto los estudios y análisis de Ballbé y de López Garrido, y que el PSOE ha tenido más bien la tendencia a forjarse una doctrina al ritmo de los acontecimientos. Por otro lado, el retraso de España en este área se produce también por la tendencia a conformar el aparato represivo del Estado en función de la política penal de orden público y por una concepción del mantenimiento del orden que encubre las insuficiencias crónicas del sistema político y socioeconómico y que impide serenamente un debate sobre la policía y constituye un obstáculo al cambio.
Es posible que cuando estos gobernantes llegaron a la sala de mandos de la Seguridad del Estado se dieran cuenta de que en España la policía no entra en el modelo racional de Administración general y que más que una policía existen en realidad policías abarcando su área y haciendo fracasar el principio jerárquico; de que también funciona sociológicamente contra las reglas mejor establecidas de la burocracia, y de que, ineludiblemente, su relación con el poder está marcada por esa particularidad. No es verdaderamente un instrumento, no es totalmente autónoma, pero tiene un espesor que obliga a pensarla en el poder, como parte de él.
Precisamente porque la policía no es históricamente, en su relación con el poder, una administración civil como las otras, se necesita una política de reformas del modelo actual, que es todo lo contrario que la política improvisada, de hoy para mañana, trampeando permanentemente la situación a la que nos tiene acostumbrados la pobreza política y la incuria intelectual que parece acreditar el actual equipo de Interior.
Desmilitarización
Martín Villa dotó a la Policía Nacional de un mayorgrado de modemización, y con la ley de Policía de 1978 introdujo elementos de desmilitarización no desdeñables, como el de que los miembros de la Guardia Civil perdieran el fuero militar cuando se les juzga por los delitos cometidos en el ejercicio de sus funciones. Esto demuestra que la reforma de la policía no es impensable, aunque debe ser prudente y supone la aplicación de una estrategia compleja, por la propia dimensión, cultural que tienen nuestros cuerpos de seguridad.
Sin embargo, hasta ahora no se han puesto ni siquiera las bases programáticas e ideológicas de un modelo policial distinto del anterior, y no se ha elaborado el imprescindible Libro blanco de policía y seguridad, en el que se estableciera la orientación sobre la acción unificada de los cuerpos, la descentralización y delegación de competencias de policía y seguridad en los alcaldes, sobre la concertación entre las distintas Administraciones públicas, sobre la potenciación y cualificación de una auténtica escala de investigación y la utilización adecuada de los policías nacionales acuartelados o dedícados a la vigilancia pasiva, sobre el poderoso Estado Mayor y la estructura de la Dirección General de la Guardia Civil, integrados por militares del Ejército de Tierra, sobre una política democrática de seguridad pública, etcétera.
Los últimos datos tampoco abren perspectivasmuy alentadoras, y la reciente represión de dirigentes democráticos del sindicalismo policial, después de haber marginado a algunos buenos profesionales comprometidos con la reforma policial y el reconocimiento de sus derechos profesionales, como Merino, Pérez Corredera, Giralt, etcétera, aleja la oportunidad histórica que los socialistas han tenido en su mano para configurar una policía civil. Y si, en última instancia, el futuro de la policía, en nuestra sociedad depende de la capacidad del poder para definir un proyecto político, la política policial del actual Gobierno puede ser tomada como un signo revelador de las insignificantes transformaciones, estructurales del aparato policial.
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