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Kaleria Fedicheva

Antigua primera bailarina del Ballet Kirov, de Leningrado, hoy emigrada a Nueva York, asesora como coreógrafa al Ballet Nacional Español

Desvelar su edad es una pequeñez por la que no pasa, pero una atenta mirada a su currículo permite deducir que ha cumplido ya los 50 años. Perteneció al Ballet Kirov, de Leningrado, desde 1958 a 1971. Ahora vive en Nueva York, donde cuenta con compañía propia. En su biografía hay suficientes datos como para hacer una película más sobre la fascinación del artista soviético por el estilo de vida occidental: nombrada artista del pueblo en 1964, emigró a Estados Unidos en los setenta tras casarse con un norteamericano.

Con una expresividad de ojos oscuros, la bailarina Fedicheva se esfuerza en hacer creer que su cambio de residencia se debió exclusivamente a razones personales y artísticas. Las implicaciones políticas prefiere orillarlas o, en todo caso, que otros las imaginen. En un gesto lleno de sobreañadidos, se limita a recordar: "Hasta 1970, nunca había pensado irme deja URSS, aunque había tenido posibilidades de hacer lo, porque había viajado sola más de una vez. Pero tuve problema de creatividad artística; yo tenía otros planes, otras visiones... Y decidí marcharme".Había estado ya dos veces en Nueva York, donde conoció a su marido -dedicado entonces también a actividades artísticas-, quien le acompañó temporalmente a Leningrado a la espera de poder regresaí de nuevo a Occidente con su querida presa. No hubo connotaciones políticas. Nunca fui del partido y nunca me interesó la política".

Hija de un escultor, Kaleria Fedicheva ingresó en la Escuela de Danza y Coreograria de Leningrado a una edad muy tardía para una bailarina, a los 14 años. La mayor parte de las bailarinas rusas se inician a los nueve años, pero Fedicheva fue seleccionada sin dificultad para la Escuela de Leningrado. "Las pruebas eran duras", reconoce. La supuesta pérdida de flexibilidad no fue un problema importante, "simplemente, tuve que quedarme un año más en la Escuela". El mundo del arte le era próximo. Sus padres solían dejarla al cuidado de una mujer que trabajaba en un teatro. "Y de ese modo veía todas las funciones. Eso fue lo que me despertó el amor al arte".

Al concluir su formación, se incorporó al Ballet Kirov. Al principio, como integrante del cuerpo de baile; más tarde, como primera bailarina, y en 1964, con la categoría superior, artista del pueblo.

Años de viajes al extranjero y de esplendor en su país, que Fedicheva trocó por hacer realidad su sueño de tener compañía propia.

Cuando llegó a Nueva York, con su hijo Iván de siete meses en los brazos, se deprimió. "El arte no estaba al mismo nivel en la Unión Soviética hay una tradición de 800 años, mientras que en Estados Unidos sólo hay 200 años". S¡ente nostalgia por su país y por su familia, pero da a entender que ya eligió en una ocasión. "Comparar mi vida en la URSS y en Estados Unidos e como querer hablar de dos épocas, mi infancia y mi madurez" afirma. diplomáticamente. "Al principio fue difícil. Ahora no es que me sienta en Nueva York como pez en el agua, pero sí como un cangrejillo".

De una delgadez escuálida, con la piel literalemnte pegada a los huesos, Kaleria Fedicheva muestra cierta altivez de diva. Unos pendientes y sortija ajuego, de piedras turquesas, y un vestido de corte clásico explican algo de su pasado de bailarina famosa. Ahora prepara sus memorias y se encuentra estos días en España como profesora invitada del Ballet Nacional. Después partirá a París para pasar unos días junto a su amigo y antigua pareja artística Rudolph Nureyev.

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