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Reportaje:

Los travestidos prefieren Carabanchel

Un venezolano pasó tres días en la cárcel de mujeres de Yeserías

Amelia Castilla

Douglas, teñido de rubio, con las raíces morenas bien, a la vista, alto y delgado, y de aspecto no muy femenino, padecía molestias en el aparato digestivo y fue internado en principio en el Hospital Penitenciario. En el reconocimiento médico que se le efectuó a su llegada al centro se comprobó que había sido sometido a un cambio de sexo. La dirección del hospital consultó con Miguel Hidalgo, magistrado del Juzgado de Instrucción número 23, a cuya disposición se encuentra el detenido por el supuesto robo de una cadena, qué hacer con el recluso. La dirección aconsejó que lo internaran en Yeserías y el juez autorizó su ingreso en una prisión de mujeres.La llegada del travestido a la cárcel, vestido con un vaquero ajustado y una camisa ancha, provocó risas y suspicacias en un primer momento, pero luego fue acogido "como una interna más", según un portavoz del citado centro penitenciario. En el departamento de ingresos, donde convivió durante tres días con mujeres, hizo vida normal y no sufrió ningún rechazo por parte de las presas.

Domeitis fue ingresado en la prisión de mujeres de Yeserías porque estaba operado, "única y exclusivamente", según Francisco Bosch Barber, secretario del juzgado de instrucción número 7 y suplente del 23 durante el mes de agosto. Los travestidos, según Bosch, deben estar en prisiones de hombres en departamentos aislados, aunque "si se sienten mujeres puede ser un atentado contra su libertad individual tenerlos en prisiones de hombres", dice.

En la cárcel de Carabanchel se encuentran detenidos cerca de 2.000 hombres. A la entrada de la prisión sólo hay mujeres -algunas cuidadosamente arregladas para una comunicación vis a vis- que esperan visitar a sus hombres El chiringuito situado a la puerta de la cárcel está cerrado, en los lavabos no hay agua y el calor se puede tocar. Entre una puerta trietálica y otra, en una distancia de unos 25 metros, están los locutorios de los abogados, nueve cuartitos diminutos divididos en dos por rejas y cristales. Sólo dos tienen una ventanilla que se puede abrir. Se ha ido la luz y no funciona la megafonía. "Las comunicaciones van a tardar", asegura el funcionario, porque tenemos que ir a buscarlos por las galerías uno a uno".

"Queremos estar aquí"

La llegada a los locutorios de cuatro de los cinco travestidos internados en la quinta galería es recibida por parte de los reclusos que circulan por los pasillos con jolgorio y risas. Excusan la asistencia de uno de ellos: "No puede bajar porque está con su marido y en este momento está muy ocupada", exclaman."¡Hola, soy Patricia Llovet!", afirma José Manuel Pinto. "Yo soy uno de los travestidos que se quemaron hace un año y estoy quemada de estar aquí". Hace un año, José Manuel y dos travestidos más, que se encontraban internados en régimen de aislamiento en la celda número 11 del cedular 1 de Carabanchel para evitar incidentes y problemas de violación, provocaron un incendio con los colchones de la celda para reivindicar su traslado a las galerías de la prisión. José Manuel, con cicatrices en la cara, manos y cuerpo, es el único que queda vivo de aquel acto de protesta.

Los cuatro travestidos, ingresados en la quinta galería con 334 hombres, creen reconocer en el travestido ingresado en Yeserías a "una de las chicas que hace la calle en la Castellana conocida como la Majomeiní'. Los cuatro: Patricia, de 22 años, con una condena de cuatro años por robo; Cristina, de 26, con una condena de seis años por darle una puñalada "a un tipo en defensa propia"; Ana, de 22, con una reclamación por busca y captura, y Olvido, de 38, procesada por escándalo público, están totalmente conformes con su situación y no se sienten en absoluto discriminados por estar en una cárcel de hombres. Sólo Ana, un alicantino con melena y un quiqui en el pelo, cree que "se debe clasificar a la gente por lo que es, y nosotros somos el tercer sexo".

Antes de ser detenidos ejercían la prostitución en la zona de la Castellana. "Qué otra cosa podemos hacer". Trabajan en la lavandería de la prisión siete horas diarias y perciben "un salario mensual de 2.500 pesetas, más las propinas". Comparten dos celdas dobles y ninguno se ha sometido a una operación de cambio de sexo. No tienen barba, gracias a la depilación eléctrica, y todos se inyectan hormonas para mantener el pecho firme. Lo que más les interesa a los cuatro es saber cómo está la calle y en especial el paseo de Recoletos. "Mira, en realidad, nosotras lo único que deseamos es salir antes de que aprieten el botón y desaparezca todo", asegura Ana, mientras Olvido le pide al fotógrafo que no le saque cara de juez en las fotos.

"Hacer vida en común con más de 300 hombres es una delicia. Los incidentes y las violaciones no existen", asegura Olvido sonriendo y los demás lo corroboran. "Esas cosas pasaban antes. Hoy día la gente dialoga y compra y vende las cosas sin violencia, y no como antes".

Olvido ya tenía entradas y ojeras cuando fue detenido, a los 16 años, en la madrileña calle de Echegaray "por mariquita" y le aplicaron la ley de Vagos y Maleantes. Se dejaba ver entonces por locales, ya desaparecidos, del barrio de Salamanca como Nerja y Burdon Street. En la transición practicaba el transformismo y cantaba boleros como Olga Guillot o interpretaba números de comedias musicales americanas.

Se murió Franco

"Entonces todavía me salía barba y tenía que maquillarme mucho para disimular. Me ponía un peluca y un traje de lentejuelas, y al escenario", asegura. "Luego se murió Franco y empecé a depilarme, a dejarme crecer el pelo y a ejercer la prostitución".Olvido, que ha visitado juzgados en más de 50 ocasiones, cumplió una condena de dos años por robar en una tienda un abrigo de visón, y ahora está en Carabanchel en situación de preventivo por un supuesto delito de escándalo público. "No me acuerdo bien cómo me detuvieron. Estaba borracha", dice. "Estaba tomando una copa en uno de esos bares que hay dentro del metro y dos policías, de los que vigilan en el tubo me detuvieron y aquí estoy. No sé cuándo voy a salir".

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