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Joan Calabuig

El nuevo presidente de la Internacional de Jóvenes Socialistas piensa que sus coetáneos no son escépticos y que necesitan hacer nuevas conquistas

El interés de Joan Calabuig por los asuntos públicos comenzó con los primeros estudios. Con frecuencia era elegido delegado de curso. Fue a sus 15 años, con la visión de los últimos fusilamientos del franquismo, en 1975, cuando decidió imprimir a su vida un carácter militante y reivindicativo. Ahora tendrá que compatibilizar su nuevo cargo internacional con el de diputado en las Cortes Valencianas, de las que forma parte en las comisiones de Seguridad Nuclear y Educación y Cultura,

Joan Calabuig tuvo que despejar la disyuntiva entre los estudios o la política, y se decidió por la última: "Cuando mi generación despertaba, la política tenía un ritmo enloquecido, frenético; tanto, que de seguir así perderemos toda perspectiva vital y humana. Por eso decidí abandonar los estudios, aunque no descarto retomarlos". Eran estudios de derecho en la universidad de Valencia. Antes este joven socialista de aspecto conciliador y dialogante nacido en mayo de 1960, había trabajado en el gremio de la hostelería. Su ingreso en las Juventudes Socialistas y en el PSOE se produjo por dos hechos, el estupor ante los fusilamientos de septiembre de 1975 y su primer viaje a Estados Unidos, "donde me encontré un país con unos grados de libertad sorprendentes para mí y para la España de entonces".Cada vez más será un hombre con los minutos contados y sus horas de vuelo se verán incrementadas por razón del cargo. Su andadura internacional está jalo nada por su participación en el encuentro de jóvenes de ciudades mediterráneas celebrado en Túnez y por la presidencia de la delegación de organizaciones españolas participantes en el reciente Festival, Mundial de Moscú. Sin embargo, tanto trajín le provoca la nostalgia de las horas de charla y asueto con las amistades: "Lo necesito, pero no tengo tiempo. Las ciudades en las que paso más de un día son Madrid y Valencia

Su principal obsesión respecto a las reivindicaciones juveniles es encontrar la manera de concretar en hechos las palabras. "Hace falta una nueva política que aún no hemos podido diseñar; un política más clara, con mayor convivencia, más lúdica. Los pro blemas actuales están bastant definidos y no tienen mucho margen desde una perspectiva de izquierdas. La cuestión es hallar los canales para llevar a cabo las resoluciones". No participa de las opiniones que hablan de la apatía política de los jóvenes: "No hay tanto escepticismo ni pasotismo como se dice, aunque tampoco hay cauces para acabar con ello. Lo que necesitan los jóvenes es conquistas concretas".

Para ello aboga por la unidad, por el acuerdo entre todas las organizaciones juveniles, para que, reduciendo objetivos, se consigan logros concretos: "Por ejemplo, lo de Albarrán. Si los jóvenes europeos se ponen de acuerdo para quitar un solo misil, al día siguiente habría muchos más para quitar otro". Piensa que los que tienen entre 16 y 20 años "son gente tranquila y dialogante cuyos valores ya no son la familia y el trabajo estable. Ellos son los que más activamente se están moviendo". Su futuro, después de la política, aún no está decidido, pero esboza algo que sorprenderá a muchos de sus compañeros. A Joan Calabuig le preocupan las escasas iniciativas de los empresarios españoles: "Quizá me dedique algún día a la iniciativa privada. Desde luego, no tendré un trabajo regular o normal".

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