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5.000 hombres buscan supervivientes en el valle del Fiemme

Juan Arias

Más de 5.000 hombres buscan febrilmente supervivientes y cadáveres bajo los escombros arrastrados por la riada que el pasado viernes, tras de la rotura de un embalse de agua, arrasó el valle noritaliano de Fiemme, en los Dolomitas. Un hombre y una mujer jóvenes fueron rescatados aún con vida en la trabajosa jornada de ayer. El número de cadáveres recuperados del fango era anoche de 174, de los cuales 14 eran de niños. De todos los cuerpos, sólo 74 habían sido identificados. Se cree que hay aún más de 30 desaparecidos.

Grandes excavadoras, jóvenes alpinos con azadones y palas, algunos con las manos limpias, trabajan denodadamente en el rescate que no cesó un momento durante toda la noche bajo la potente luz de los reflectores de unidades militares allí destacadas.Los dos supervivientes son María Asunta Carta, de 30 años, que fue sacada viva en la madrugada de ayer, y Alberto Bertuzzo, de 22 años, que apareció vivo, como resucitado de una pesadilla de muerte, a media mañana.

Sin embargo, el estado de salud de ambos supervivientes era considerado gravísimo. Los médicos estaban intentando salvarles de la muerte con todos los medios posibles.

Eran tantos los jóvenes, y también adultos, que se presentaron voluntariamente para colaborar en las tareas de rescate y desescombro, que la dirección de la protección civil, presidida por el ministro, Giuseppe Zamberletti, tuvo que rogar que nadie se acercara ya al lugar del desastre.

La carretera que conduce a Stava, la única vía de comunicación posible para llegar a aquellos lugares, fue por ello cortada al tráfico.

Los trabajos de remoción de escombros fueron enormemente difíciles desde el primer momento y continuaron siéndolo durante todo el día de ayer. La única satisfacción para quienes excavaron entre el fango y los escombros, a veces hundidos hasta los muslos, fue el haber podido ayer recuperar aún vivas dos personas, cuando ya todos estaban convencidos de que bajo la franja diabólica de desolación, de 100 metros de anchura por cuatro kilómetros de larga, no podía haber más que el rastro de la muerte.

La magnitud de la furia del agua que arrasó el precioso valle de Fiemme en diez minutos, quedó patente en el hecho de que sólo uno de cada tres cadáveres rescatados del fango ha podido ser identificado. De los 14 cadáveres infantiles, se cree que pertenecen a niños únicamente por las dimensiones de los cuerpos.

Las escenas de dolor se multiplicaron ayer durante toda la jornada. La mayor parte de los fallecidos no habitaba en la zona. Eran casi todos veraneantes procedentes de distintas zonas de Italia.

Como suele suceder en estos casos, algunos padres tenían allí, en hoteles y chalés alquilados, a sus mujeres con los hijos, mientras ellos seguían aún trabajando en la ciudad. Uno de estos padres abrazaba ayer con fuerza mezclada de rabia y de dolor una carpeta de libros de su hija pequeñita, lo único que de ella se habían encontrado hasta el momento. Dentro de la carpeta estaba fresca aún la tarjeta postal que el padre le acababa de mandar desde Milán y que la niña había conservado tiernamente entre sus libros de escuela.

Notas singulares de la tragedia de las Dolomitas han sido, por una parte, la dignidad de las gentes recias de aquellos valles castigados por el desastre, que no se han dejado llevar por inútiles histerias, y por otra, la firmeza con la que han denunciado las responsabilidades de una tragedia de la que todos están convencidos en este país que hubiese podido ser evitada.

Pocas veces, como en esta ocasión, frente a una tragedia colectiva producida no por el caos, por la fatalidad o por la naturaleza, sino por la dejadez de los hombres, los italianos han reaccionado con tanta valentía y firmeza.

Hasta un sacerdote, que tenía que ser uno de los párrocos de aquellos parajes, con su sotana y todo, del que no se dio el nombre, apareció ante las cámaras de televisión dijo textualmente: "Éste es un dolor que se pudo haber evitado. Los responsables deben pagar. Hay quien dice que debe rezarse a Dios. Pero aquí la oración no sirve; sirve sólo la acción de los hombres y la de su justicia".

La furia de las aguas

Los que por puro milagro que se han salvado de aquel apocalipsis que se les echó encima como una furia infernal, hablaban aún ayer como bajo los efectos de una alucinación y narraban relatos casi inverosímiles.

La primera impresión del desastre la cuentan todos los supervivientes del mismo modo, como si se la hubieran aprendido de memoria: primero un temblor y el ruido sordo como de un terremoto; después, el valle que aparecía cubierto por una inmensa nube blanca, como si por encanto hubiese surgido allí un imponente incendio en sólo unos segundos.

Al poco, un viento fortísimo que arrastraba sólo arena. Y enseguida la avalancha de agua, lodo y escombros que se lanzaba como un monstruo con sus fauces devoradoras.

Dos hermanos que estaban juntos vieron acercarse el monstruo de la riada sin saber cómo reaccionar. Uno se alejó corriendo, el otro quedó primero petrificado, para subirse después velozmente a un árbol.

Pero llegó la riada y arrastró con ella al árbol y al hombre. El superviviente aún no había identificado ayer a su hermano arrastrado por las aguas. Familias enteras han quedado trágicamente diezmadas o todos sus miembros han desaparecido al mismo tiempo.

Las palabras que usan quienes afortunadamente pueden contar aún lo acaecido, dicen que para ellos fue "como el fin del mundo", o "como si hubiese hecho explosión la bomba atómica". Todos percibieron en aquel momento no sólo la sensación profunda del miedo, sino también la de un inmenso escalofrío de terror por no saber lo que estaba sucediendo.

El maravilloso valle de Fiemme ha sido bautizado ya como el valle de la muerte. Todos aseguran que en aquellos parajes ya no habrá nunca alegría, como antes y recuerdan que lo mismo ocurre aún ahora con el lugar de la tragedia del Vajon, que destruyó todo el pueblo de Longarone el 10 de octubre de 1963 y causo 2.000 muertes.

Ayer, una viejecita de aquel lugar que recuerda aún muy bien la tragedia, cuando le comunicaron la noticia del nuevo desastre de Stava se fue silenciosa, encorvada y sola, al cementerio. La gente del pueblo comentó mientras se alejaba: "Va a contárselo a los muertos del Vajon".

El martes próximo, el Gobierno responderá ante el Senado a todas las preguntas que los políticos de los distintos partidos han hecho sobre la tragedia de las Dolomitas.

Las autoridades de Venecia suspendieron ayer, en señal de duelo y como un acto de solidaridad con las víctimas, la tradicional fiesta de El Redentor.

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