Sobres

Esto no es un sueño. Una mañana quise alegrar la existencia de un ser querido ausente y le escribí una carta. Pensando que una alegría es poco, quise embellecer mi gesto envolviendo la carta en un precioso sobre de color azul prusia que había comprado -caprichosamente, lo confieso- en una nueva tienda de papeles abierta en el barrio.Como tengo la suerte de vivir enfrente de una sucursal de Correos, crucé la calle y guardé la cola que suele animar tanto el vestíbulo de las estafetas. Me llegó al fin el turno. Mi carta no servía.

¿No servía? Quiso decir el empleado, hablándome a través de la espesa mampara de cristal agujereado, que el sobre no era apto, sin entrar a juzgar los sentimientos que yo expresaba dentro. Di un respiro de alivio, pero investigué. Correos, ese ente de título tan ágil, tan enérgico, no acepta sobres de colores distintos al blanco, el caña o el crema (sic). Me resultó dificil de creer.

Llamé al superior. Con corbata, con maneras melifluas, el probo funcionario me leyó la cartilla, que en ese caso era el reglamento de Correos, donde, bajo el epígrafe Algunas indicaciones de interés, se halla lo siguiente, aquí transcrito literalmente y sin subrayados: "Colores. En el aspecto postal, los efectos producidos sobre el hombre -clasificador de servicio manual o mecánico- se resumen en fatiga excesiva debida a los colores oscuros, crudos o deslumbrantes, o al contraste muy débil entre los colores del papel y de la dirección o rótulo de los envíos. Los efectos de colores inadecuados sobre las máquinas automáticas influyen tanto en la ordenación de los envíos (procedimiento óptico-eléctrico) como en la lectura de las indicaciones de clave. Por tanto, solamente los colores blanco o claros deben emplearse para sobres y tarjetas".

Que el lector-usuario decida por sí mismo sí esta muestra literaria sin valor aparente debe incorporarse, como apéndice, a la Teoría de los colores, de Goethe, a la Historia universal de la infamia, de Borges, o a la Antología del humor negro, de Bretón.