Juicio salomónico
Hay un Fernando García Tola poético y un Fernando García Tola expeditivo, y supongo que no es casualidad que, en su despedida llena de interrogantes, el director de Si yo fuera presidente quisiera mostrar el rostro del segundo. Fue un programa, el del martes, apagado y monótono, incluso aburrido. Era el programa de despedida de esta emisión de la segunda cadena de Televisión Española.A pesar de que Fernando García Tola quería echar el cierre con un tema de "palpitante actualidad". Juzgando en una escueta sala de vistas a un presunto navajero y haciendo que la decisión final recayera en un jurado de ocho ciudadanos, Tola seguía su ilusión de llevar el programa a lugares insólitos, haciendo del decorado el mensaje; y seguía también insistiendo en la propuesta de dar voz a la mayoría áfona.
Pero como muy bien sabe el director de este programa, tan bien, como nosotros, santos espectadores, ni decorado manso ni actualidad rabiosa ni pueblo soberano son conceptos que garanticen una buena velada ante el espejo de doble fondo que debe ser la tele.
Genes 'telegénicos'
Fallaron las personas, esos seres de preferencia oscuros que Fernando García Tola ha buscado con candil de filósofo ingenuo a lo largo de 15 meses en su intento de que el Presidente no se convirtiera en Amo con una voz mandona.Lo que pasa es que no todos hemos nacido con genes telegénicos, y los grandes debates pueden ser disparates en lugar de combates de la imaginación dialéctica, reglas que igual valen para los hombres medios que para las figuras, como se desmostró hace un par de meses en el aún más desastroso "consejo de ministros" con escritores, filosófos y otros practicantes de la jet-set.
No dudo que una gran mayoría de juicios celebrados diariamente en los tribunales deben ser mortecinos, pero Tola debiera haberse fijado en la gloriosa tradición del cine judicial americano, que -desde Anatomía de un asesinato a la reciente Ausencia de malicia- sabe hacer de las vistas espectáculos llenos de ruido y furia creadora.
En Si yo fuera presidente, por el contrario, vimos a un fiscal con poco apetito por descubrir el crimen, y a una abogada que no mereció por su pobre oratoria y sus pobres recursos el veredicto favorable para su defendido.
Un 'pinchazo' nocturno
El incidente juzgado -un pinchazo nocturno en una calle madrileña- no fue esclarecido ni en sus detalles más rutinarios, ya que los letrados no se molestaron en hacer las preguntas fundamentales (como la del posible estado etílico del acusado, después tan discutido por los jurados). Los personajes más contundentes resultaron, como en la vida misma, los policías nacionales.Sería injusto, con todo, condenar a Fernado García Tola por este último hecho delictivo tan opaco después de su brillante carrera de atentados al medio pelo televisivo. El director de Si yo fuera presidente ha hecho un programa de formato impreciso, y ha salido airoso de un reto aún más difícil: ser patriota con zumba, algo que puede verse cada semana en la cuidadosa elección de músicas toreras y castizas que interpretan tanto los cantautores serios (Javier Krahe o Joaquín Sabina) como los pasteleros (Bartual, Patxinguer Z, Alberto Pérez, el vasco Otxoa).
Hoy, cuando según parece se discute la continuidad del programa en sus planteamientos actuales en la segunda cadena de Televisión Española, conviene decir que lo bueno, lo verdaderamente original de Si yo fuera presidente ha sido su imprevisibilidad, su línea errática, sus espantás, sus grandes fechorías, tan llamativas como saludables en un contexto donde tantos aspiran a estar contanstemente dentro de la ley, a no ser nunca reos de delito alguno, aunque ello signifique reducirse a un medroso limbo de inocencia.
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