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Insatisfacción general en Italia tras el referéndum sobre la escala móvil

Juan Arias

La clase política y sindical italiana trataba ayer de olvidar lo antes posible el referéndum sobre la escala móvil, que ha sido apellidado de la discordia y que no ha satisfecho a nadie: ni a los comunistas, que lo han perdido, pese a haber jugado con unos aliados atípicos, como los neofascistas de Giorgio Almirante (MSI), ni al Gobierno de Bettino Craxi, que, al manifestar ayer su lógica satisfacción por la victoria, prefirió huir de todo triunfalismo y afirmó: "Ahora tendremos que afrontar los otros problemas, que no son pocos".El primer problema es el que han planteado los empresarios privados con su decisión de anular unilateralmente la escala móvil. Ese gesto ha sido, antes que nada, como subrayó ayer toda la Prensa, una bofetada al Gobierno y a los sindicatos que lo habían apoyado en este referéndum. Lo que más destacaban ayer los observadores es el hecho inesperado de que, junto con las grandes regiones tradicionalmente comunistas, como Regio Emilia, Toscana y Umbría, las únicas regiones donde venció el propuesto por los comunistas han sido las del profundo Sur, pobre y democristiano, es decir, Campania, Calabria, Cerdeña y casi Sicilia.

También ha sido muy significativo que haya ganado el no en los grandes centros industriales del Norte. La Prensa comentaba ayer que han sido los obreros establecidos y con trabajo quienes se han puesto de parte del Gobierno y han sancionado su severidad en materia económica, mientras que los numerosos pobres del Sur, han votado en masa contra la política económica de los mismos partidos a los que votaron en las últimas elecciones.

Otro problema actualizado por el resultado del referéndum ha sido el de la sucesión a Sandro Pertini en la jefatura, del Estado. Si el Gobierno hubiese perdido el referéndum, Craxi habría dimitido, de acuerdo con lo que prometió, en cuyo caso, los democristianos habrían tenido menos posibilidades de pedir para ellos, dentro de unas semanas, la sucesión del presidente. La incógnita es cuál de los dirigentes democristianos obtendrá los votos necesarios para desempeñar el cargo. Craxi y los socialistas harán incluso lo imposible para que el elegido sea un filosocialista.

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