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Reportaje:

Borges considera que la tertulia madrileña de Cansinos-Assens significó su "punto de partida"

Gritos de "¡Viva Borges!" saludaron la entrada del escritor argentino Jorge Luis Borges, de 85 años, en el escenario de la sala grande del Centro Cultural de la Villa, en la plaza de Colón, donde el escritor pronunció el pasado viernes una conferencia sobre el ambiente intelectual en el Madrid de la década de los veinte. Borges, que recitó en francés y castellano e intercaló citas de decenas de autores, afirmó que la tertulia ultraísta fundada por Rafael Cansinos-Assens, y a la que él acudió durante su estancia en. Madrid, "fue mi punto de partida". Ayer el escritor almorzó con el alcalde Tierno y, por la tarde, firmó ejemplares de Los conjurados en la Feria del Libro.

Jorge Luis Borges entró en medio de una fuerte aclamación en la sala grande del Centro Cultural, donde había unas 700 personas. Enrique Moral, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, se dirigió a Borges llamandole "maestro" y le dio la bienvenida "con el cariño del pueblo de Madrid y del Ayuntamiento".Tras describir la I Guerra Mundial como "una guerra civil en la que Europa perdió su hegemonía" y autoproclamarse ciudadano del mundo, el escritor argentino empezó a desgranar sus recuerdos sobre una época que confesé "cargada de nostalgia".

El autor de Fervor de Buenos Aires, El Aleph, Inquisiciones, Historia de la eternidad, Luna de enfrente y El libro de arena rememoró su llegada a Madrid a comienzos de los años veinte y su amistad con Rafael Cansinos-Assens, fundador de una tertulia en el café Colonial que se celebraba desde la medianoche de los sábados hasta el alba de los domingos.

"Una vez asistí al café de Pombo, donde estaba la tertulia de Ramón Gómez de la Serna, pero me sentí un traidor, un leve traidor, pues me encontraba mejor en la tertulia de Cansinos" dijo Borges, que recordó también aquellos paseos hasta la calle de la Morería (donde vivía Cansinos-Assens), sus largas conversaciones en la tertulia sobre la metáfora, la rima, el adjetivo o la puntuación o los poemas ultraístas que hacían, aclarando que los suyos "eran especialmente malos".

Las citas a Cansinos-Assens como traductor, poeta y novelista fueron continuas a lo largo de la conferencia, en la que Borges daba un dato y a continuación divagaba sobre un concepto, lo amarraba y desarrollaba con citas que lo mismo podían ser de Chesterton que de Federico García Lorca, para luego, prodigiosamente, volver al dato inicial y completarlo.

"Lo esencial de la poesía es la cadencia, la síntesis"; "creo que aún se puede ejercer esa especie de magia menor que es escribir un poerna"; "no sé si sigo siendo uno de los pocos que todavía profesan esa pasión de la literatura", o "lo más importante de un escritor es su entonación escrita", fueron frases dichas en medio de referencias a Walt Whitman, Quevedo, Menéndez y Pelayo, Juan Ramón Jiménez o Paul Verlaine, de quien recitó un poema en francés, ante la peti ción de una de las asistentes.

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Balbuceos y disculpas

El escritor, en algún momento incapaz de hablar a la velocidad de sus pensamientos, -"perdonen mi balbuceante y temerosa conferencia", llegó a decir en una ocasión-, escuchó en el coloquio que siguió a su intervención versos por él inspirados, afirmó tener la mejor opinión de la novela policiaca y se definió como "apolítico, podríamos decir que ácrata", y partidario de la música verbal. Los asistentes al acto ceIebraron su ironía, aplaudieron sus citas y cuando, al final, este hombre de 85 años se levantó, ayudado por los que le rodeaban, para salir, una parte del público saltó al escenario para decirle que él era el mejor, intentar que desarrollara aún más una idea o, simplemente, para sentirse cerca de él en su camino hacia la salida.El coloquio mantenido el viernes fue la base de la conversación privada mantenida entre Borges y Enrique Tierno Galván, en el almuerzo celebrado ayer entre ambos intelectuales en el Ayuntamiento de Madrid. El escritor argentino y el alcalde comentaron la situación de la literatura en Hispanoamérica y España e intercambiaron recuerdos sobre el Madrid de los años veinte con especial referencia a las tertulias literarias.

Por la tarde, el escritor argentino acudió a la Feria del Libro instalada en el paseo de Coches del parque del Retiro.

El autor de El Aleph firmó ejemplares de su libro Los conjurados cuya publicación le ha traido a España. Frente al pabellón donde Borges dedicaba sus novelas, una cola impresionante de gente esperaba pacientemente que llegara su turno.

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