Hamlet, de nuevo en el parqué
La última sesión de la recortada semana de san Isidro terminó incluso peor de lo que se podría haber barruntado en un principio -con una pérdida de 42 centésimas en el índice general- a causa de la extrema debilidad de las órdenes compradores y del leve repunte de las vendedoras, aunque la presencia del papel continúa siendo meramente testimonial.A la hora de analizar las causas de esta apatía bursátil, los expertos tienen las ideas muy claras. Los factores de inestabilidad ya están lo suficientemente comentados y, en cualquier caso, deberían haber cedido en sus consecuencias. Parece bastante evidente que el affaire Buxeres ha originado una profunda crisis en Barcelona y que sus salpicaduras -incluso algo más que eso- se han notado en Madrid.
Incluso en estos momentos sigue apareciendo papel de aquel despacho, lo que ha venido presionando a la bolsa justo en unos momentos en que la coyuntura no permitía acciones de ese tipo. Para agravar la situación, algunas cajas de ahorro se han visto obligadas a recortar sus inversiones de carácter bursátil.
También está más que suficientemente confirmado que las pérdidas sufridas desde el pasado mes de febrero impiden a muchos ahorradores -principalmente de provincias- vender los títulos comprados en aquella ocasión, ya que a los precios actuales cosecharían unas importantes e indeseables minusvalías. Al mismo tiempo, esto les impide acometer nuevas inversiones.
Es decir, inoperancia de las instituciones, de los inversores de provincias y del extranjero, y cierto miedo de todos a las consecuencias de las investigaciones de las autoridades monetarias en el caso Buxeres. En esa situación no es difícil que la bolsa no tire, incluso en unos momentos en que más allá de las paredes del edificio de la plaza de la Lealtad se perfila una política económica que debe influir positivamente -desde un punto de vista teórico, por supuesto- en el desarrollo del mercado bursátil.
Aparte de la aprobación del paquete de medidas patrocinadas por Economía y Hacienda, parece ya inminente -quizá para primeros de junio- la entrada en vigor de la ley sobre Tributación para algunos activos financieros. Jocosamente, se dice que algunas empresas tienen preparada una montaña de pagarés para emitirlos con fecha inmediatamente anterior a esa puesta en marcha. Paralelamente, los tipos de interés siguen bajando, tanto por la influencia de esta ley como por el descenso del tipo preferencial en Estados Unidos y otros países europeos. Realmente, a corto plazo, todos estos datos deberían reflejarse para bien en la renta variable.
Pero está visto que esos factores extrabursátiles pesan menos en el comportamiento del mercado que los problemas internos. Un favorable trato fiscal a la afloración del dinero negro que fuera dirigido a inversión-riesgo, o venture-capital, según la terminología anglosajona, podría mejorar la coyuntura de la bolsa.
En caso contrario, ese dinero puede ir a engrosar la larga lista de la evasión, ya que casi nadie espera que vaya a refugiarse en los pagarés del Tesoro (por la poca confianza fiscal que inspiran) o a otros activos con retenciones del 45% (por su escasa competitividad respecto a otras colocaciones).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.