Sobre los Madrazo
He leído en EL PAIS de fecha 5 y 6 de abril, en el suplemento de Artes, la crónica "Determinismo histórico de la dinastía Madrazo", del señor Calvo Serraller, sobre la cual haré unas aclaraciones. En ella se afirma que Federico Madrazo inició su carrera "con ínfulas románticas" en su viaje a París, del que volvió con cierto toque ingresco. El viaje tuvo lugar, en efecto, durante el verano de 1833, y fue recibido por amigos, familiares e íntimos, cumpliendo con la recomendación de su padre de que visitara a su antiguo amigo Ingres, y lo hizo sin mayores pretensiones.Este gran maestro neoclásico tenía 55 años cuando Federico Madrazo tenía 18, y claro es que la diferencia generacional propuso otros puntos de vista que no sólo se hacían patentes en consejos y conversaciones; el joven aspirante se movía en su realidad actual, no entusiasmándole la manera algo seca del Ingres de 1833, y los ejemplos que daba la pintura inglesa, orientada en un sentido más profundo del dolor (Lawrence estaba a la vista), enseñaban otros panoramas. Más tarde, Federico Madrazo tuvo en la interpretación del natural y en su paleta más rica y templada, acorde con nuestra tradición, otra visión muy diferente a la de Ingres. Así lo consideró también el crítico señor Gaya Nuño.
Los ejemplos están claros para quien tenga buena vista, y las diferencias también, anteriores y posteriores a su viaje de París, y se ven en los ensayos para las figuras de los médicos de su cuadro La enfermedad del rey Fernando VII, hechos a los 17 años, que son claves para este punto y llegan, a través de una labor varia y nutrida, a ejemplos como los retratos de los
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señores Weissweiler del magnífico museo que el personalísimo Bonnat, discípulo de Madrazo, fundó en Bayona (Francia).
Respecto al otro lugar común de que Raimundo Madrazo no se subiera al tren del impresionismo, es cierto que ni le pasó por la imaginación tomar el convoy, persuadido de que lo peor que se puede hacer en la vida es mantener una posición gregaria anulando la propia personalidad; y a propósito de cuentos (no de buen gusto, por cierto), es la primera vez, que nos enteramos de esas afinidades entre pintor y modelo.
Extraña referencia que contrasta con el carácter retraído y seguro del hombre pensador que a la muerte de su primera esposa dejó los pinceles por las matemáticas y la astronomía.
En fin, para aclarar al señor cronista, yo no soy hijo de mi tío, ni la segunda esposa de Raimundo tuvo descendencia, ni mi primo Federico Madrazo y Ochoa fue un dandi, sino un pintor cuyas obras, conocidas en París; y Londres, tienen estimación considerable.
Lástima que estos olvidos predispongan hacia el resto de sus apreciaciones.- Mariano de Madrazo. .
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