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Tribuna:ELECCIONES EN EL CLUB CAMPEÓN DE LIGA
Tribuna
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Un aviso: Cataluña es más que un club

A pesar de la identificación que se ha hecho en los últimos años entre el Barça y Cataluña, el autor precisa, desde una óptica nacionalista, que Cataluña es más que un club, y efectúa varias reflexiones sobre las formas y los sentimientos que han aflorado con motivo de la victoria azulgrana en la Liga

.Digámoslo de entrada: lo que está ocurriendo con el Barça no es normal ni bueno para. la construcción de Cataluña. Es lícito que se celebre la victoria del equipo de fútbol favorito. Está bien que la afición ofrezca algún tipo de agasajo a los jugadores que durante muchos domingos sudan (millonariamente) la camiseta. Pero empieza a ser poco recomendable que se pierda con tanta facilidad el sentido de la medida. Y el contenidoy las formas del recibimiento tributado al Fútbol Club Barcelona han tenido, a mi juicio, más de un aspecto negativo y preocupante. Por eso, aunque no sea fácil distanciarse críticamente de una situación de jolgorio y alegría (que uno mismo comparte en cierta medida y con ciertos límites), me parece moral y políticamente necesaria una meditación.

Una primera evidencia empírica nos dice que es cierto que el Barça es más que un club. Hay una razón básica para el éxito sociológico del Barça. El catalán medio, impotente ante los enemigos de siempre, ante las fuerzas ocultas, tiene la posibilidad, sentado plácidamente en su butaca, de vencer incruentamente al centralismo, a la burocracia, al despotismo estatal. Sentado cómodamente tiene la oportunidad de sentirse el más grande, en el estadio más grande y en el club más grande, y todo ello por 1.000 pesetas y el parco esfuerzo personal de trasladarse al campo. Es cierto que no todos acuden para el mismo servicio terapéutico: algunos van a ejercer sus instintos agresivos más reprimidos y que de otra. forma acabarían por canalizarse hacia la familia, el jefe o el guardia urbano. Pero en términos generales, el gran triunfo del Barça se debe a la posibilidad fácil de sentirse colectividad en algo, colectividad importante.

Es desde este punto (le vista que hay que entender los intentos de que el club sea el embajador de la nación catalana, dado que, piensan, eso internacionaliza el hecho diferencial catalán. Se trata de un craso error, porque en el extranjero lo único que conseguimos es que se vea un exotismo. En todo caso, no parece recomendable para Catalunya que termine siendo más conocida la bandera blaugrana que la senyera, Núñez que Pujol. Desde mi infancia he oído criticar, y con evidente razón, que el Real Madrid fuera el embajador ambulante de España por el mundo, y pienso que en este terreno no debemos imitar los errores.

El carácter Integrador

Otra razón del éxito se atribuye al supuesto carácter integrador del Barla. Es conveniente hacer una distinción entre lo que significa integración, políticamente hablando, y lo que no es más que una amalgama interclasista e interideológica que sirve para adormecer problemas y crear falsas unanimidades. A la gente, educada sociológicamente en el franquismo, le cansa la lucha partidista e ideológica, y encuentra en el Nou Camp un lugar en el que todos están de acuerdo: allí todos somos barcelonistas porque todos somos antimerengues (y, por extensión, antiperiquitos); de ahí deducimos que si somos antimerengues es que somos catalanes de los de verdad. Ahí hay, pues, una integración a través de símbolos queno tienen poder económico ni político efectivo. Es decir, una seudointegración utilizada como fórmula (consciente o no) por los detentadores de privilegios para entretener a muchos y desviarlos de la realidad. El Barça, en alguna medida, crea falsa conciencia de la realidad. Que no piensen los catalanes castellanohablantes, por ejemplo, que por llevar la bandera blaugrana y gritar "Visca el Barça" y "Visca Catalunya" estarán ya admitidos en ciertos círculos. Que no crean tampoco los catalanes catalanohablantes que porque muchos de los anteriores llenen las Ramblas o formen parte del ultrasur culé ya están perfectamente integrados. Son otras las instituciones y las acciones que de verdad deberían hacer una labor de construcción de una sola comunidad, más allá de la retórica y de los ofrecimientos electorales.

Ahora bien, lo que realmente me preocupa es que las movilizaciones que he visto estos días vienen a remover y potenciar, en muchos casos, lo peor de los nacionalismos y no su lado positivo. A saber, se han potenciado al unísono tres aspectos a cual más peligroso: chovinismo, xenofobia y en algunos casos un ambiente de violencia contenida. En primer lugar, no parece que se pueda ser catalán de primera y de verdad si no se es del Barça, y sería recomendable que el Barça pasara a ser una asociación para el cultivo de la cultura deportiva y el divertimiento de los espectadores. Ya está bien de que justifiquemos claras anormalidades en nuestro comportamiento civil bajo la sempiterna cantinela de que éste no es todavía un país normal. Porque me atrevo a decir que a este paso no lo será nunca.

En segundo lugar, la creación de una atmósfera anti se ha respirado en muchos ambientes y ha cristalizado en muchas caras, con especial acentuación en la plaza de Sant Jaume. En algún instante parecía más crucial haber humillado al Madrid que haber logrado la Liga. O, dicho de otro modo, no era tan importante la victoria sobre un adversario como el destrozo del enemigo eterno, representante gráfico de todos los; males nacionales. No parece reconfortante que en el momento de construir el país una de suis instituciones más populares (que no necesariamente importante) sea generadora de exclusivismos y expedidora de marcas de catalanidad ancestral. Ellos, los malos; nosotros, los buenos. E-se es un principio de camino para ir cayendo en xenofobias.

Y, por último, la violencia real o latente. Hace tiempo que resultan preocupantes las acciones de un reducido grupo de forofos. Preocupantes no sólo por su violencia, sitio por poderse pensar que acaso ellos pudieran ser la concreción sublimada de unos sentimientos similares subyacentes en grupos más amplios. Tan culpable de los futuros desmanes de estos chicos será la directiva del Barça, la Prensa deportiva (que en algunos casos no merece tal calificativo), com.o, en última instancia, el propio pueblo catalán si no reaciona contra este tipo de forofismo violento. Estos chicos que tienen ahora entre 14 y 18 años pueden ser el día de mañana un verdadero problema, y no sólo de orden público, si se les sigue educando en esas prácticas y en esa especie de nacionalismo. Que nadie se rasgue después las vestiduras.

Pero, con distancia, lo preocupante es la connivencia alarmante, irresponsable y electoralmente calculada de algunos políticos con estas situaciones. Su aforismo es el del realismo político sublimado: "el Barça es lo que es". Lo cual, me apresuro a decir, no justifica ni presupone bondad al fenómeno, y aún menos deber la servir para que los que tienen cargos de responsabilidad se sientan justificados en el momento de doblegar sus conciencias ante el hecho. Pero como es lo que es, si uno quiere llegar a ser presidente de la Generalitat, conseller o alcalde, parece predestinado y obligado a comportarse como el primero de los hinchas culés, tal como hicieran desde el balcón Jordi Pujol (que aquella noche transmutó su puesto por el de presidente del Barla) y Jaume Sobreques desde la televisión.

Lo que debería ser

Es verdad que el Barça es lo que es, pero lo que es, a mi juicio, no es lo que debería ser, y el político es elegido y pagado para no reproducir los absurdos hasta el infinito, por mucha popularidad que ello le cueste momentáneamente. El espectáculo desarrollado por unos y otros políticos en la plaza de Sant Jaume más parece digno de una república bananera que de una sociedad europea. ¡Habrá que recordar cosas tan elementales como qué un conseller elegido democráticamente no puede ir pegando codazos para salir por las cámaras cogido del brazo de Bernd Schuster. Como decía el otro día Ferran Mascarell, Cataluña es más que el Barça, y no es bueno que aquélla se reduzca a éste. La actuación de nuestros políticos no debiera ser la de guiños de complicidad con la paranoia social, no la de alentar (y no criticar es una forma de aliento) violentas pasiones, y menos aún la de avivar la simbiosis Barça / Cataluña pensando que ésta es una buena manera de movilizar para nacionalizar. Muy al contrario: en nuestro país los políticos deben tener como tarea prioritaria la de normalizar nuestra convivencia social, sin tomar como base la existencia permanente y oculta de enemigos maléficos a los que el Barça, afortunadamente, un día u otro se encarga de humillar, cual Sant Jordi redivivo.

Es cierto que nuestro presidente ganó muchos votos esa noche, pero yo no arriendo esas ganancias para el país: el populismo es siempre irrentable a largo plazo para una nación. El ciudadano (nacionalista o no) no debería tener como símbolo nacional al Barca, porque lo propio de un club de fútbol, aquello que le da carta de naturaleza, es la competición, la derrota del adversario, y ésa no es la Cataluña moderna a la que deberíamos aspirar. Dicho con rotundidad: los símbolos de nuestro pueblo están en el Estatut y son la senyera, Els segadors y la Generalitat, porque Cataluña es más que un club.

Posdata: Espero que el Barça sea muchos años campeón.

es profesor de Historia del Estudi General de Lleida (universidad de Barcelona).

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