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La esquina de 'lo que Dios quiera'

La segunda vuelta del Augusta National Golf Club se caracteriza por un trío de hoyos (11, 12 y 13) que componen unas zonas denominadas amen corner, algo así como la esquina de lo que Dios quiera. Jugadores que han tenido un comienzo espectacular han dejado sus aspiraciones en esta terrible esquina. Son muchos los que después de haber pasado por ella se han arrodillado y persignado dándole las gracias a Dios. Uno de esos hoyos, el 12, recibe un tratamiento de calefacción artificial que le mantiene en condiciones aptas para que pueda ser jugado durante el torneo. Se puede pensar que se trata de una extravagancia más de los norteamericanos. Calentar un hoyo porque el sol no le da suficientemente y porque tiene que estar en iguales condiciones a los del resto del campo, la verdad es que es más que una frivolidad, pero éstas, ya se sabe, sólo se las pueden permitir los que pueden y los que pueden aquí en Augusta son sus socios, que por algo son multimillonarios.El Masters debe ser el único torneo en el mundo que, a pesar de los millones que invierte en organización, no necesita de publicidad alguna en el rostro de su verde campo. Los socios, gracias a su propio bolsillo, a la televisión y al dinero que pagan los 50.000 abonados que tienen asegurado por largos años su asistencia al torneo, se permiten el lujo de cerrar este campo durante tres meses y prepararlo para la escena final, el Masters.

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Ser socio del Augusta National Golf Club no es un lujo al que tiene entrada cualquiera. Según lo poco que se sabe de ellos existen 102 en el área de Georgia y poco más de 200 en el resto del Estado. Se dice que enseñar la tarjeta verde de socio de Augusta abre las puertas de cualquier banco, permite encontrar una plaza de hotel en cualquier sitio y llegar a donde otras tarjetas no pueden.

El Masters reparte más de 600.000 dólares en premios, de los cuales el vencedor se adjudica más de 100.000. No es el más importante del circuito a la hora de repartir dinero, pero sí es el número uno del mundo. Es el único torneo que tan sólo abre sus puertas al público no abonado en los días de entrenamiento de los jugadores, previo pago de un tiquet de 75 dólares que les permitirá el acceso a las instalaciones en las tres jornadas, de lunes a miércoles. Es un torneo ideal para excentricidades como la que tuvo ayer un ciudadano norteamericano llamado Paul, que se paseó en avioneta arrastrando en la cola una declaración amorosa hacia su amiga Patty. "Patty, quieres casarte conmigo? PauI". No es un torneo más de golf. Es el Masters.

Entre magnolias, jazmines, camelias, azaleas y otra variedad de plantas se distinguen en un campo verde precioso, como si acabaran de hacerlo, unos aficionados ansiosos por ver a sus ídolos. Desde las siete de la mañana, las colas camino de Washington Road -la vía que lleva al Augusta National- se forman con aficionados madrugadores dispuestos a tomar sitio en cualquier hoyo y a no perderse ningún golpe. Es el único torneo donde la Prensa no tiene preferencia sobre el aficionado al seguir las incidencias del juego.

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