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Reportaje:

Luísa y Lita, dos mujeres y un destino

Luisa, Cande de nombre de guerra, trabaja como prostituta en el Barrio Chino barcelonés. Otrora fue una mujer cotizada, hoy enfila la tercera edad con la dignidad de pensar que su oficio es como cualquier otro. Su temperamento y su carisma la llevaron a encabezar, en octubre de 1976, una manifestación por las calles del barrio más populoso de Barcelona, que pedía, al grito de ¡Extranjeras, no!, la expulsión de las ciudadanas extranjeras -preferentemente portuguesas, francesas y algunas italianas- de los bares de alterne de la zona. Luisa explicaba que hacían "competencia desleal e intrusismo" y que en España "quien deben ganarse la vida son las españolas". Cande fue pionera en hacer el amor en un automóvil y también en salir a la calle para reivindicar su dignidad como profesional del sexo.Casi diez años después, Lita, veintitantos años menos que Luisa, ha tomado el relevo en el liderazgo de las prostitutas de la calle, en la zona alta de la ciudad, Pedralbes. De cabello rizado, mediana estatura, gafas oscuras y generosa minifalda, Lita es una mujer sin pelos en la lengua, que cuando levanta el puño parece que vaya a encender el mundo. Y que reivindica su oficio: "Sí, soy prostituta y a mucha honra, qué pasa", y está convencida de que la asociación será la plataforma necesaria para acabar con tantas "injerencias" policiales como están sufriendo en los últimos días. No quiere que los partidos políticos se inmiscuyan en su proyecto y está dispuesta a llegar hasta el final, hasta el Tribunal Constitucional si hiciera falta, para conseguir legalizarla.

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El 'sindicato' del sexo

Se indigna cuando piensa en la actuación de dos guardias urbanos, el pasado miércoles, cuando, irrumpieron "como dos sheriff del Oeste y empezaron a sacar chicas de los coches, registrándolas como si fueran delincuentes". Lita, que no tuvo ningún reparo en entrevistarse con el concejal del distrito, el democristiano Enric Vila (CiU), afirma: "Yo hablé con él y nos dio garantías de que no seríamos molestadas si nos ceñíamos a un tramo concreto de la calle de Caballero, junto a un descampado. Hemos cumplido escrupulosamente, pero las autoridades han roto el pacto".

"La asociación nos permitirá acabar con tanto abuso", insiste Lita y se lamenta: "Teníamos que haberla puesto en marcha hace dos años y a lo mejor no nos veríamos ahora así".

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