Mantequilla
Sin duda Carlomagno ha muerto, pero afortunadamente la mantequilla permanece. La cosa se ve venir. Con la entrada de España en el Mercado Común se repetirá la monserga de esos idealistas que sólo piensan en la catedral de Reims, comenzarán a sonar de nuevo las voces de los estúpidos hidalgos que desprecian a los mercaderes. Está claro. Europa es hoy una cuestión de lechugas, tornillos, aranceles y tomates. Eso hay que celebrarlo. Felizmente, a Hegel se le ha mandado a tomar por saco con el espíritu a cuestas. Para levantar de forma coherente e imperecedera una gran construcción política ningún fundamento resulta tan sólido como la mantequilla. Así se ha fabricado nuestra cultura.Por el camino de Santiago entraron las manzanas reinetas, las cruzadas fueron un antecedente de la Compañía de Indias Orientales, debajo del esplendor de Venecia estaba la letra de cambio, el gótico floreció al amparo mercantil de la liga hanseática, Berruguete vendía las tablas en la feria de Medina del Campo entre pollinos y cereales, los descubridores de América iban ciegos en busca de especies con el fin de conservar los embutidos en invierno, el asalto a la Bastilla lo realizaron unos comerciantes lúcidos, y en el fondo el manifiesto comunista sólo plantea la esperanza de que los obreros se hagan pronto con la ensaimada. No en vano los fenicios inventaron el alfabeto y la libertad. He aquí la verdad más deslumbrante: los monjes de Cluny eran muy felices en el refectorio, Tomás de Aquino acudía diariamente tres veces al pesebre y cualquier filósofo queda en nada si se le retira el suministro. El resto es metafísica. Ella ha presidido los grandes crímenes de la historia. En su nombre se ha realizado la destrucción. Pero ahora Europa ha iniciado su recuperación humildemente a partir de las lechugas. Es la base más firme. Tomates, intereses, leche descremada, carne de ternera, aranceles, tornillos, pescado congelado, aparatos, hortalizas, oh sagrado reino de los tenderos, yo te saludo. La libertad, la igualdad y la fraternidad no son más que mantequilla para todos. Sobre este mercado de abastos se levantará de nuevo la catedral de Reims.
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