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Luis Lima

Un tenor aficionado a los 'westerns', al campo y que disfruta, montando a caballo

Luis Lima posee ya un presente operístico, pero a sus 35 años es una de las más firmes promesas. Su voz, lírica pero con amplio cuerpo, se acomoda perfectamente a Tosca, Ballo o Romeo y Julieta. En Madrid se encuentra participando en las representaciones de Macbeth, obra que le ha servido para su despegue, aunque no figure entre sus preferidas.

Luis Lima es muy joven, apena tiene 35 años; sin embargo empieza ya a ser una figura conocida y habitual en los grandes coliseos líricos. No es su caso el de esos cantantes que se hacen famosos de la noche a la mañana gracias a una sustitución de última hora. Lima lleva más de 10 años luchando por abrirse paso. Debutó en el teatro San Carlos de Lisboa con un papel bastante ingrato en la ópera Madame Butterfly, pero poco después reapareció como auténtico protagonista de Cavalleria rusticana. Al poco tiempo le oyó el hermano de Montserrat Caballé, y desde entonces se convirtió en tino de su artistas exclusivos. Lima confiesa que para él ha resultado muy importante "tener al manager adecuado en el momento justo". Con Caballé comenzó a cantar por todo el mundo. Su presentación en Barcelona, junto a ella, en Gemma di Vergy, el posterior concierto con la misma obra en el Carnegie Hall de Nueva York y la grabación discográfica le empezaron a abrir las puertas internacionales. Fue un período duro en el que hubo de prestarse a casi todo y estar dispuesto a cantar en cualquier momento.En Argentina, su tierra natal, ha cantado varias veces, pero recuerda especialmente las representaciones de Un ballo in maschera, durante la guerra de las Malvinas, cuando sustituyó en el Colón de Buenos Aires a un Pavarotti temeroso. En Argentina posee una finca, en la que disfruta montando a caballo. El campo, los libros del Oeste y las películas de western son sus aficiones predilectas.

Su gran oportunidad vino con el Festival de Salzburgo de 1983. "No es que el personaje de Macduff sea artísticamente importante, pues no reúne dificultades ni escénicas ni vocales, pero se podría decir que el Macbeth de allí divide mi carrera en dos períodos. Antes marchaba de forma lenta y trabajosa; a partir de entonces es como sí le hubiéramos puesto grasa y todo rueda más fluidamente", dice Lima, y añade: "Lo importante para aquella ocasión fue, no ir precedido de una mala fama, de difícil o de hacer papelones. Por ello y por mi manager me dieron el con trato".

Ahora canta el Macbeth en Madrid y es tan sólo la segunda vez que interpreta este personaje, por el que no tiene ninguna afición especial: "Se halla fuera de mi repertorio habitual y es el que menos me gusta de los que canto. Prefiero óperas románticas como Romeo y Julieta y Bohème, fantásticas como Hoffmann, o heroicas del tipo de Tosca. Obras para un tenor lírico algo subido y con posibilidades teatrales". Y es que a Lima, como cantante y como espectador, le interesan tanto los aspectos teatrales como los vocales, siendo partidario incluso de teatralizar con la voz. Por eso no comprende a la gente que va a la ópera sólo a escuchar su música, y le agradan los montajes escénicos que suponen una renovación.

Hace pocas semanas ha pasado por la experiencia de ser dirigido por un colega. Sucedió en Nueva York, con la Bohème y Plácido Domingo. Del famoso tenor en su faceta de director opina que "estuvo muy colaborador, simpático y humano. Se refleja su experiencia en los escenarios y su conocimiento de las dificultades de los cantantes, transmitiéndote una agradable sensación de seguridad y colaboración. Si después la orquesta suena bien o mal es algo que no podría decir, ya que los cantantes desde el escenario ni la escuchamos bien ni podemos estar exclusivamente pendientes de ella".

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