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El mejor

No importa en este caso no ser aficionado al baloncesto. Ni siquiera sentir un mínimo interés por los deportes. Lo que hace Larry Bird en la cancha acaba también con la condición de espectador que se le presume al público y, más radicalmente, con la calcárea naturaleza del hincha. A partir de un momento, cuando Larry Bird se ilumina, en el juego acaban siendo comprendidos todos los seres vivos. Los mismos jugadores que le apoyan o le combaten parecen transportados a un territorio de conocimiento que traspasa los sentidos y las responsabilidades convencionales. No se trata, en esos 15 o 20 minutos en que este muchacho se alumbra, de contemplarlo como un ídolo, un líder o un profeta incluso. Lo que hace Bird, fintando, pasando o encestando, es un sistema en el que él mismo queda absorto y comprendido. Imposible separar la certidumbre de que por ese intervalo no es él sino aquellas correlaciones del tiempo y del espacio las que se han alterado. No es extraño que esté considerado como el mejor jugador en la historia del baloncesto.El mundo, este mundo a menudo adusto y demasiado ocupado en su ímprobo programa natural, suele ser bastante sordo a los más simples deseos de los hombres. Larry Bird hace el prodigio, sin embargo, de que esta escena terrenal preste oído a la seducción del cuerpo humano y lo reciba.

Exactamente lo que los seres humanos experimentaban en el encuentro de los Celtics frente al Atlanta el pasado martes 12 era sin más la vacación de las leyes que a diario nos impiden saltar como la luz, tratar las distancias sin fatiga o mirar por el occipucio. No había ya problemas para Bird, intentara lo que intentara, difícil o imposible. Todo era posible. Conseguir 60 puntos en un encuentro dirá poco a quienes no estén conectados con el baloncesto. Televisión Española, sin embargo, podría ofrecer un reportaje, bien sea entre sus programas científicos, religiosos o entre los del misterioso mundo de la climatología, para permitir ver también a los españoles esta fiesta de la destreza con un tiempo y un espacio ensimismados. Será difícil, y por eso lo sugiero, que la realidad brinde una oportunidad tan rotunda de televisar sus dimisiones.

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