China, entre dos mundos
Desde que se llega a Shanghai, es preciso reconocer que la ciudad no es el marco de una vida dorada precisamente. Se nos había dicho que la vida era imposible: "Demasiada gente, y, además, la ciudad en su conjunto sigue siendo de izquierdas". ( ... )Hay demasiados niños, e incluso los dirigentes del partido se burlan de los minusválidos flisicos. De ahí la reacción indignada de Deng Pufang, hijo deCHINA Deng Xiaoping, el hombre fuerte de China, paralizado de las piernas como consecuencia de las brutalidades sufridas durante la revolución cultural. En un discurso publicado en el Diario del Pueblo, Deng se pregunta si los países capitalistas no tienen más respeto por los enfermos que su propia nación: "Nuestra obra procede del humanismo, y sí el socialismo no es capaz de llevar a cabo esta obra de justicia, quedará desacreditado". Sin duda, es la primera vez que una voz tan autorizada pone en cuestión el axioma según el cual no hay otro humanismo que el socialista. ( ... )
La política de reformas escandaliza a los nostálgicos del maoísmo, al tiempo que asusta a aquellos cuadros que ya no se preocupan por la ideología, pero que se niegan a perder los privilegios que han obtenido por los servicios prestados a la revolución. (...)
En Xiamen o en Cantón, los chinos pueden entrar libremente en los grandes hoteles que suelen ser frecuentados por los extranjeros. Los naturales del lugar van a veces allí a saborear con la vista lo que para ellos constituye un lujo insospechado. (...) En Shanghai, las puertas, de los palacios, con sus restaurantes y sus tiendas de lujo en el interior, permanecen discretamente guardadas por agentes sin uniforme que impiden sin piedad el paso a los lugareños chinos cuya vestimenta no revele una conveniente situación jerárquica o financiera. (...)
El verano pasado, Deng Xiapoing fue a Shanghai para cerciorarse de cómo se desarrollaba la aplicación de su política de reformas. Las autoridades locales le hicieron visitar un mercado surtido en abundancia y al que se acercaba un gran número de clientes. Pero, según un testigo, todo era fingido. A los clientes se les había ordenado que estuvieran presentes en el mercado, y al finalizar la visita de Deng se les quitó todo lo que habían comprado. (...) A la vista de esto, que nada ha cambiado es lo que se murmura en esta metrópolis, considerada como una de las 14 ciudades abiertas del país.
(...) Las reformas que pretenden la instauración de una economía socialista de mercado dejan perplejos a muchos ciudadanos, encantados de observar cómo las tiendas se llenan de artículos variados y de calidad con los que no podían ni soñar aún hace bien poco, pero que no ocultan su inquietud por las subidas de precios.(...)
Otros ciudadanos, por el contrario, no necesitan demasiadas explicaciones para que comprendan el interés de los cambios emprendidos. La venta callejera y clandestina aumenta con rapidez: se trata de artículos que los obreros han producido por encima de la cuota exigida y de los que pueden disponer libremente. (...)
En el parque del mandarín Yu, un anciano salido de los campos de reeducación por el trabajo confía su credo: "En China se dice siempre que cuando se gana se es rey y cuando se pierde, bandido. Pero nosotros somos buenos chinos. China no pertenece ni al partido comunista ni al Kuornintang. Pertenece a los chinos".
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