Vivir de acampada urbana
Un matrimonio con ocho hijos, de edades comprendidas entre los tres y los 14 años, vive desde hace tres meses en una tienda de campaña mal hecha, con lonas sujetas por maderos, instalada en un solar junto a la calle de Francisco Silvela, en el centro de Madrid. La familia de Manuel Silva, Manolo el Gitano, como le llaman todos, abandonó una casa en ruinas de Arturo Soria -"donde vivía mucha gente"- para trasladarse a este solar, en el que ha sufrido las nevadas y las temperaturas extremas de enero. La familia sólo pide que les dejen quedarse allí "un poco más".
Manuel Silva, al oír que se acerca alguien, sale de la tienda y respira aliviado cuando el visitante le dice que no va para echarle de su casa. Manolo, rodeado de niños que van saliendo y entrando en la tienda y que dan la sensación de representar todas las edades posibles, explica que llegó a esta zona de la ciudad, donde el terreno alcanza una cotización que él ni siquiera imagina, cuando vio que no podía seguir en la casa en mal estado que su familia ocupaba en Arturo Soria. "Eran muchas familias, y con los niños y la gente que venía a verlos se juntaban demasiadas personas".Por eso, al igual que hizo cuando vivía en una chabola de San Blas, buscó otra zona y encontró el solar actual, vallado y a resguardo de las miradas de los paseantes. Sólo los automovilistas que recorren despacio el paso elevado de Francisco Silvela en horas punta pueden distinguir desde la altura una parte de la tienda.
Manolo Silva Jiménez aclara que él es un "gitano extremeño, nacido en Plasencia hace 50 años"; dice haber tenido 17 hijos, de los que nueve ya están casados, y afirma que su ocupación profesional es la cestería. Luego, ya en confianza, aclara: "Bueno, no es que sea cestero. En verano cojo mimbre del borde de los ríos y hago cestillos, con los que saco unas pesetas; en invierno es muy difícil".
A Manolo ya le han dicho los policías municipales que se tiene que ir. "Han venido dos o tres veces y me han dicho: 'Manolo, tienes que ir pensando en marcharte', y yo les digo que esperen un poquillo hasta que la mujer se me ponga buena". Marcelina, de 46 años, apellidada también Silva porque es prima de su marido, está enferma, al igual que la mayor de las niñas y el propio Manolo. "Cuando vinieron los fríos, me puse muy malo y estuve 15 o 20 días acostado. Los que nos conocen venían y me decían que si me llevaban a un hospital. Pero los chiquillos, que salen por aquí a pedir y sacan 300 o 400 pesetas, me daban café calentito y con esta medicina (saca unos sobres de aspirinas del bolsillo) parece que voy mejor".
Sus hijos han nacido en distintas provincias, y cuando las enumera desgrana los puntos de España en los que ha transcurrido su vida y aclara. "No es que nos guste cambiar; es que nos echan de todos los sitios".
Cuando se le pregunta si alguna vez ha pedido una vivienda oficial responde que no. "Una vez fui a esa casa donde se ponen los nombres para pedirlas, pero no lo hice. Me dijeron que era difícil. También he hablado alguna vez para que los niños vayan a la escuela, pero ellos dicen que está muy lejos y no quieren separarse".
Manolo sólo pide que no le echen. "Haga que los guardias no nos echen, que nos dejen estar". Luego, se refiere a la zona de la ciudad donde habita: "Dentro de la capital se vive mejor que en esos barrios de allá fuera".
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