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El Madrid impuso su mayor frialdad sobre el TSSKA

Luis Gómez

ENVIADO ESPECIAL El Real Madrid actuó con ademán impasible en Moscú. Distribuyó por la cancha del Ejército Rojo una dosis de frialdad muy superior a la del equipo soviético. No se permitió ni un solo rasgo de juego latino y hasta mantuvo una sangre fría terrorífica en todo el segundo tiempo, sin perder la compostura aun cuando el TSSKA arañaba punto tras punto de diferencia conforme pasaban los minutos. Lolo Sainz, en un segundo tiempo idóneo para que se produjeran algunas sensaciones de pánico, no solicitó ni un solo tiempo muerto. Dejó que Corbalán mostrara al público soviético un juego calculador e imperturbable, propio de un base del telón de acero. La victoria en Moscú resultó igualmente fría. Es un éxito relativo. Es un paso más. Y eso que el Real Madrid es el primer equipo europeo que vence en la capital de la URSS.

El Real Madrid fabricó un juego feo, pero destructivo y práctico. Enseñó en Moscú una de sus actuaciones menos brillantes y para nada espectaculares. Apenas una sola jugada mereció un aplauso de admiración del público soviético, siempre educado, siempre dispuesto a premiar las buenas acciones del equipo contrario. En toda Europa siempre dejó el equipo madridista buen sabor de boca y opiniones unánimes de que era el candidato número uno para la final por sistema de juego y conjunción. Ayer, Gomelski volvió a apostar por un Real Madrid finalista, pero, dada la descarada diplomacia del técnico soviético, su opinión carece de todo valor.

Y es que, para empezar, el Real Madrid llegaba al descanso con 16 tantos de ventaja (33-49), diferencia que, en Copa de Europa, hacía presagiar que el partido estaba más que resuelto. La había conseguido jugando con un porcentaje muy alto de errores en el juego ofensivo, no en los lanzamientos, sino en los pases, una coyuntura que suele resultar psicológicamente más peligrosa, pues el equipo que ataca lo hace sin tener la sensación de que ha tenido la oportunidad de marcar. Perder un balón es lo que más desespera a un colectivo de jugadores. Pero es que el TSSKA era, incluso en esos momentos, un equipo ampliamente derrotado, perdido en la cancha, lanzado a una carrera mucho más espectacular de errores de todo tipo.

No había pasado otra cosa más que el TS S KA acertó a diseñar la táctica más contraproducente. Salieron los Soviéticos con intenciones ultradefensivas, tratando incluso de cortar el primer pase del equipo madridista, el que corresponde rutinariamente a Corbalán. Sólo produjo personales y el descanso momentáneo del base madridista para madurarse su espléndida dirección de la segunda parte. "Es bueno", dijo Lolo Sainz, "que un jugador tan inteligente vea unos instantes del partido tranquilamente desde el banquillo".

A la preocupación defensiva sucedió, en el juego del TSSKA, la obsesión ofensiva por jugar con los aleros y encontrar tiros lejanos lo más resolutivos posibles. Desde un principio se despreció la presencia de Chachenko, se le desasistió de balones bajo la canasta y se permitió que, con el gigante sólo en la zaga, los pívots del Real Madrid pudieran controlar todos los rebotes durante la primera parte con relativa facilidad. Enden, Tarakanov y Gusev produjeron una cosecha de errores y las constantes sustituciones no solucionaban nada. En estos momentos, el TSSKA lo fallaba todo, mientras Iturriaga acertaba sus tiros y Jackson sabía responder.

Con los 16 puntos de ventaja y la pobre impresión que habían dado en el tiro los soviéticos, la segunda parte se presumía de compromiso. Pero no fue así. Fue todo lo contrario. Resultó una tortura porque, según pababan los minutos, la ventaja del Real Madrid se iba reduciendo tan lentamente que daba la impresión de que, en el minuto final, llegaría el tanto del triunfo soviético. Pocas veces se ha visto en un partido una progresión tan constante y lenta de un equipo en 16 minutos de juego. El TSSKA había descontado 10 puntos en ese período y el marcador era de 81-87 a falta de 3.30 minutos. Era una amenaza a medio plazo, que es de las que más, duelen.

Sin embargo, Lolo Sainz no solicitó ni un solo tiempo muerto. Asistió aparentemente tranquilo al juego de su equipo, mientras Corbalán llevaba siempre la pelota sin perder, en esta ocasión, un solo pase. Corbalán decidió jugar sólo para Jackson, a la vista de que era el único que acompañaba su estado de frialdad. Romay perdía pases e intentaba algunas locuras en compañía de Chachenko; Iturriaga ya no tiraba, Fernando Martín estaba con cuatro personales y Robinson se encontraba muy perdido. Jackson resolvía monótonamente el juego ofensivo para contrarrestar individualmente los aciertos en el tiro de Gusev, fundamentalmente, Tijonenko, Pankrasjine y Tarakanov. Gusev buscaba, descaradamente, el tiro de tres puntos. En dos ocasiones lo consiguió, pero en la que pudo hacer más daño se encontró con la respuesta del norteamericano. Jackson también acertó en su único intento de tres puntos.

La agencia Tass resumió el partido en una frase: "Los jugadores soviéticos no pudieron hacer nada más. El Real Madrid jugó con mucho método".

Clasificación

Los otros partidos de la liguilla final tuvieron los resultados siguientes: Maccabi de Tel Aviv, 88; Cibona de Zagreb, 87. Banco di Roma, 93; Granarolo de Bolonia, 84. La clasificación está así: Maccabi, 15 puntos en nueve partidos; Cibona, Real Madrid y TSSKA, 13, los dos primeros en ocho y el equipo soviético en nueve; Banco di Roma, 12 en ocho, y Granarolo, 9 en ocho. Al conjunto madridista le resta visitar al Granarolo y recibir al Banco di Roma.

Un pabellón con guardarropa

El ambiente del pabellón del Ejército Rojo es diferente a todo lo que se ve en el mundo del espectáculo deportivo. Desde luego, no guarda correlación con el de los pabellones de otros países del Este. Los yugoslavos, por poner un ejemplo, pasan por ser incluso más ruidosos y peligrosos que los italianos. El pabellón del TSSKA, como todos los de su género, dispone de guardarropa y de gran cantidad de funcionarios en cada esquina, en cada puerta de acceso, fieles al servicio del pleno empleo.La gente acude a su localidad con tiempo más que suficiente y con el ánimo muy tranquilo. Antes ha debido pasar por el guardarropa para depositar allí todo tipo de indumentaria de abrigo. Está prohibido fumar; nadie lleva bebidas alcohólicas, ni tan si quiera refrescantes, y más prohibido aún está introducir pancartas, pues sólo se permiten banderas nacionales. Un pausado hilo musical entretiene al personal hasta la hora del partido. Oficiales del ejército, mujeres imitando en lo posible la moda occidental de hace algunos años y funcionarios de corte ejecutivo destacan abundantemente entre el público.

Los espectadores asisten con ceremonial semejante al de una representación del Bolshoi. Los equipos salen a la cancha a saludar y, en principio, no puede apreciarse por la intensidad de los aplausos, muy tenues, cuál de los dos es el local. Tras los himnos nacionales, el encuentro. A cada tiempo muerto, la megafonía ameniza el ambiente con música popular enlatada. El público despidió a los jugadores con leves aplausos y ningún reproche. Se fue a formar una larga cola tras el guardarropa. La representación había terminado.

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