Abismos de pasión
Reconozco que he concebido el título de esta columna bajo la inspiración de los melodramas de Douglas Sirk, pero no he encontrado ninguno mejor para encabezar una brevísima reflexión sobre los problemas de los comunistas españoles, próximamente escenificados en dos grandes acontecimientos políticos: la conferencia nacional del PCE y el VII Congreso del PSUC. Todavía no ha dado que hablar el PSUC, aunque a la vista de la comisión de candidaturas votada por su Comité Central se insinúa el continuismo de Gutiérrez Díaz como secretario general. En cambio no pasa día sin que la tenaza Carrillo- Ignacio Gallego aferrada al gaznate de Gerardo Iglesias no sea tema informativo.La crisis del PCE es un síntoma del grado de descomposición de la cultura comunista, tanto de sus ingredientes negativos como de los positivos. Se ha perdido el monolitismo fideista que amparó tantas pasadas crueldades, pero también se ha perdido la conciencia del colectivo orgánico que permitió una espléndida lucha sin cuartel contra la dictadura y que atrajo bajo la bandera comunista a un importantísimo coro social e individualidades del mundo de la cultura. El intento racionalizador de Gerardo Iglesias está a punto de ser desbordado por sorprendentes empecinamientos, sólo atribuibles a personalismos disfrazados de esencialismos radicales. Curiosamente cuando está fraguando en el país la idea del espacio político que queda a la izquierda del PSOE, algunos barones comunistas parecen los más dispuestos a que ese territorio sea tierra de nadie. El PSOE hace lo que puede con operaciones de acoso y derribo de tan alta y sofisticada tecnología, como las emprendidas contra Marcelino Camacho y Julio Anguita.
Pero sería injusto darle al PSOE el principal papel en un melodrama cuya cabeza de cartel comparten viejos faraones que o no han sabido analizar las nuevas circunstancias de la sociedad en que vivían o no han asumido una pérdida de protagonismo orgánico consecuencia de una real pérdida de credibilidad social.
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