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Exigencias del fascismo

En mi juventud, durante mis estudios en Roma, veía por todas partes esta inscripción fascista: "Deber del ciudadano es creer, obedecer y combatir". La diputada italiana Tina Anselmi recuerda a este propósito que la democracia, por el contrario, es el revés de esta indicación, y dice que en política no se debe creer, sino que hay que razonar; que en democracia no se debe obedecer, sino que se debe escoger; que en democracia no se confía a la guerra la solución de los problemas, sino que se exige la capacidad de construir en la solidaridad y en la paz, en el interior del país, entre los diversos países, un mundo más justo. Todo esto tiene necesidad de un hombre de mayores dimensiones.Las dictaduras tienen necesidad de siervos, no de hombres libres. Y para que sean siervos, las dictaduras los masifican, los unifican, empezando por dotarlos de un uniforme o de quitarles lo que les hace diversos. Ni siquiera el modo de cortarse el cabello puede ser diverso; todo se hace de la misma forma.

La democracia, por el contrario, exige de suyo una mayor estatura humana. Dice Mounier en su ensayo El miedo del siglo XX que "si el hombre no crece más que las cosas corre el riesgo de que éstas se le echen encima". Si el hombre no crece en un mundo que pone la libertad en primer lugar y no es educado en una dimensión moral del uso de su libertad, la libertad se convierte en abuso de poder, arbitrio, arrogancia, destrucción de la libertad de los demás. Vivimos en una época que nos desafia, porque nos da, nos reconoce la libertad; el desafio está en qué hacer de la libertad.

G. Bernanos, en su bello libro ¿Qué hacer con la libertad?, plantea este problema que también propuso Lenin a nuestro Fernando de los Ríos. Pero en política, precisamente porque la política la queremos hacer como personas libres, debemos adquirir la paciencia de la libertad, porque mi libertad debe expresarse respetando la de los demás.

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Todas las revoluciones, incluso cuando han izado la bandera de la libertad del hombre, si no han tenido la paciencia de caminar con la libertad del hombre han acabado por asesinarla ellos mismos.

La paciencia en la política no significa compromiso en el sentido banal de las cosas. Significa tener conciencia de que en un régimen democrático se camina con el consentimiento. Es necesario caminar juntos para que las conquistas sean reales y verdaderas, no ficticias.

En el fondo está siempre el desafio de la libertad que se plantea, y no sólo en el plano político. Basta pensar en aquella estupenda página de Dostoievski sobre el inquisidor: "¿Por qué vuelves, Cristo, a la tierra? Ya has fracasado. Te han matado. ¿Por qué vuelves? Para construir la historia del hombre, ¿te fías todavía de su libertad? Al hombre le basta con tener qué comer, con qué divertirse, y está siempre disponible a renunciar a su libertad".

Sin embargo, Dios se confía a nuestra libertad. Hay una frase muy bella de E. Mounier: "Dios es padre, no paternalista. Ha querido que la liberación del hombre fuera el fruto del trabajo del genio y de los sufrimientos del hombre, y que esta liberación tuviera un día el gusto de sus esperanzas, de sus penas, de sus pruebas, de sus amores y no el de una limosna envilecedora recibida desde el cielo".

También Romano Guardini, en su libro El poder, había subrayado que los hombres no son titulares del poder. El poder es de Dios. Estamos en los antípodas de Bakunin. Y precisamente por eso, el poder es solamente un servicio, de tal manera que cuando deja de serlo se convierte en demoniaco. Por eso, cuando usamos las expresiones "el partido controla", "tal personaje controla", significan que la relación ha sido puesta al revés. Y entonces no es ya una relación, no es un mandato respecto al cual el ciudadano conserva el poder de quitar o confirmar la delegación, porque la gestión del poder ha creado una relación de dependencia del ciudadano respecto de quien inicialmente ha recibido la delegación de gestión del poder.

Estamos en pleno clientelismo. La democracia empieza a pudrirse.

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