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Reportaje:

La larga marcha hacia el descrédito

El Real Madrid está hoy acosado por problemas deportivos y económicos

El Real Madrid se sitúa hoy discretamente en la tabla de clasificación, mira casi con prismáticos la posición del Barcelona y arrastra sus miserias internas por las páginas de los periódicos. Y, entre tanto, espera que Magistratura decida en un pleito que mantiene con el héroe sobre el que se edificó la mejor historia de la entidad: Alfredo di Stéfano.Lo de Alfredo di Stéfano quizá fuera el signo claro de que las cosas habían cambiado. Di Stéfano, conviene recordarlo, llegó al Madrid con 27 años y se fue con 38 al Español. En esos once años había convertido al equipo en una leyenda.

El único fracaso de Santiago Bernabéu en su larguísima gestión en el Madrid fue no ser capaz de evitar que Di Stéfano saliera de mala forma del club. Cierto que el carácter del genio argentino es difícil, pero eso no impide que aquel episodio dejara mucha tristeza en el ánimo de los madridistas, muchos de los cuales hubieran esperado de Bernabéu más paciencia y mejor tacto para resolver el asunto. El espectáculo de un Di Stéfano ya cuarentón arrastrando su decadencia con la camiseta del Español fue mal asimilado por los socios del Madrid, tanto como el alejamiento posterior.

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Así, la recuperación de Di Stéfano para la casa podía ser bien recibida por todos. El hombre se había labrado una carrera más que digna por esos mundos, que incluía la obtención de títulos Con el Valencia, el River Plate o el Boca Juniors, aunque presentaba también algún lamparón de regular tamaño, como una ignominiosa. expulsión del Rayo a mitad de temporada. Pero Di Stéfano volvía a La Fábrica, cuyos aledaños siempre frecuentó, y cabía alegrarse de ello. Caramba, este equipo directivo iba a remediar el único error histórico de Bernabéu. Eso justificaba toda una legislatura.

Pero algo olía a podrido en aquello. De momento, De Carlos llevaba tiempo en la presidencia y se podía pensar que por qué no lo había hecho antes. Y además se le fichaba en vísperas de un proceso electoral. Y además, cuando el candidato externo a la directiva implantada, Ramón Mendoza, había anunciado que, si ganaba, lo primero que haría sería recuperar a Di Stéfano. Mendoza fue poco hábil al enseñar sus cartas, y Luis de Carlos le ganó por la mano. Fichó a Di Stéfano y ganó las elecciones.

Aquellas elecciones dejaron un mal sabor de boca. Nada menos que Alfredo di Stéfano y la viuda de Bernabéu fueron utilizados como cartas electorales por una u otra parte, o por ambas a un tiempo. Algo, evidentemente, había empezado a cambiar. Entre los aficionados quedaba una mueca de disgusto.

Y como lo que mal empieza mal acaba, el nuevo ciclo madridista de Di Stéfano no ha dejado más que nuevas amarguras. Estuvo dos años y no consiguió ningún título. Una maldición pareció perseguir al club, que en esos dos años estableció una poco honrosa marca de subtítulos. Al final, Di Stéfano se fue de peor manera que en los tiempos en que no se resignaba a rematar su vida como jugador. Entonces todo quedó en un choque de caracteres entre Bernabéu y él. Ahora ha ocurrido algo más desagradable: personaje y club han quedado citados en Magistratura por un par de millones de más o de menos.

Junto con Di Stéfano cayó Jesús Paredes, preparador físico, colaborador directo y amigo leal del entrenador. Paredes acudió a Magistratura y ganó. La sentencia fue despido improcedente, y el trabajador, readmitido. Durante meses ha ido a cobrar y a preguntar cuál era su función. Su función no ha sido ninguna más que cobrar. Finalmente, cuando Di Stéfano se ha marchado a entrenar al Boca Juniors, Paredes se ha ido con él. Al club, el alejamiento de ambos le ahorra un cierto sentido de culpabilidad. La pirueta de la recuperación de Di Stéfano sirvió para ganar unas elecciones, pero ha dejado las cosas peor que estaban, con el club enfrentado a los once mejores años de su historia y esperando una sentencia de Magistratura que envilecerá a ambas partes. El recuerdo de este segundo y breve paso de Di Stéfano por el club ha llegado a escocer tanto que la directiva se ha permitido la sorprendente decisión de multar a dos de sus jugadores, Pineda y Juan José, por acudir a una cena de la peña La Saeta.

A media voz

Símbolos aparte, en lo cotidiano el Madrid es ya otra cosa. Antes de la llegada de Di Stéfano ya se habían producido signos de ello. Miljanic fue cesado en la primera jornada de Liga, y Boskov, en una de las últimas, después de sacar airosamente adelante a un equipo del que en poco tiempo se habían marchado jugadores importantes. El actual entrenador, Amancio, sucesor de Di Stéfano, es discutido dentro de la misma directiva, cuyas desuniones son conocidas por los medios de comunicación y por los jugadores. A media voz, los ju gadores se quejan de sus entradas y salidas del equipo, que no comprenden; de la ausencia de un equipo titular, de un sistema de juego concreto al que adaptarse y servir. Algunos lo hacen en voz alta y sus palabras las recogen los periódicos. El club les sanciona con diferente dureza, según criterios que también parecen arbitrarios. A algunos, nada; a Lozano, 100.000 pesetas; a Juanito, extrañamiento de la plantilla, como si fuera un apestado que pudiera contaminar al resto.La directiva se reúne para hablar de si se sustituye o no al entrenador. Algunos de sus miembros, que atisban ya el retorno de Ramón Mendoza con posibilidades de triunfo, le cuentan a éste lo que ocurre entre paredes que en otro tiempo silenciaban todo lo que ocurría dentro. De paso, se lo dicen a la Prensa. Mientras, el club da palos de ciego y se permite gestos de autoritarismo que parecen gratuitos. "Los jugadores se llevan mal entre ellos, no trabajan, pues hay que darles una lección". Y a una veintena de hombretones se les lleva, como a internos castigados, a la sierra, a que se vean las caras y a que purguen sus pecados. De vuelta a la meseta, pierden en casa con el Zaragoza y baten un récord histórico: el de jornadas consecutivas sin ganar un partido de Liga.

Tiempo atrás, digamos los años cincuenta, sesenta o setenta, el Madrid miraba muy por encima del hombro lo que ocurría en el Barcelona. Conflictos en la directiva, jugadores caros poco luchadores, descontentos, entrenadores que entran y salen, pequeñas miserias aireadas por la Prensa y ausencia de resultados. Parece que el mal se ha trasladado de ciudad.

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