_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sofoco

Una de las características más notables de los norteamericanos es lo desvergonzados que son. No sienten remilgos para mostrarse en público, para articular con todo el cuerpo un pensamiento que se les acaba de hospedar o incluso para ser inconvenientes sin sofoco. En una parte de los casos pueden caer en la puerilidad y quedar fritos, pero en otra proporción se apoderan sin más del espacio, de un golpe y por sorpresa. Es esto lo que hace que continuamente estén inventando. No tienen ese pavor europeo a ser electrocutados por el ridículo, ni tampoco esa tendencia a suponer que un gran error le dejará a uno marcado como a un imbécil de por vida. Un tal Warren, por ejemplo, puede haberse equivocado con la inauguración de una cadena de museos de cera en el Sureste, pero esa ruina no logrará postrarlo. Un año más tarde puede triunfar con un nuevo diseño de colador para la sopa de almejas.Esto mismo sucede con el arte. Todo puede ser ensayado ante la voz de una demanda sin anticipos. Rauschenberg, ahora en la Fundación March, de Madrid, muestra el ejemplo de esta apuesta por la novedad que incluye al propio artista. Todos somos iguales en tanto no nos pronunciamos. O bien, la diferencia entre quien pasó el barranco del ridículo hasta el lado de la idea feliz y quien se socorrió en la prudencia es a menudo la desvergüenza.

Efectivamente, existen sociedades más circunspectas que otras, y por tanto en cada una se requieren dosis diferentes de valor. Lo decisivo, sin embargo, es que el medio, lejos de ocuparse en preparar una fosa para quien comete la acción de osar, tome su prueba como un intercambio. Esta clase de mercado nunca tiene límites. Sólo el dogma es un solar cerrado. Nadie, en efecto, inventa menos que esas comunidades de respeto que representan las monjas. Y a este propósito obsérvese que cuando se les ocurre algo nuevo pasan por desvergonzadas. Ni la jauría ni el convento acaso. Entre ambos, sin embargo, mucho me temo que la existencia de demasiados seres discretos o continentes esté privando a la sociedad española de desnudar más ideas y multiplicar las fiestas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_