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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El Papa y las carmelitas descalzas

La decisión de Juan Pablo II de reservarse la redacción de las nuevas constituciones de las carmelitas descalzas (como nos informa el artículo La clausura como prisión, del 27 de enero de 1985) borrando, bajo el empuje de una reducida minoría de monjas, las innovaciones aportadas en las constituciones aprobadas en 1977 por Pablo VI en el espíritu del Concilio Vaticano II, me solicita a algunas consideraciones:1. La decisión del Papa tiene un antecedente político y cultural en los discursos pronunciados durante el viaje a España de 1982 por el cuarto centenario de la muerte de

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El Papa y las carmelitas descalzas

Viene de la página 9Teresa de Ávila. En efecto, en aquella ocasión, como Rosa Rossi analiza en Teresa de Jesús. La mujer y la Iglesia (in "mientras tanto", nº 14, 1983) resultó claro que la interpretación de Juan Pablo II de la figura y de la obra de Teresa representaba un retroceso frente a la de Pablo VI.

En los discursos pronunciados por el papa Montini en ocasión de la atribución del doctorado en 1970 se tomaron en cuenta los resultados de la investigación historiográfica que, llevada a cabo también por estudiosos carmelitas, apuntaba a una redefinición de Teresa y de su relación con la Iglesia del siglo XVI desvinculada de los lugares comunes y de las manipulaciones que sus escritos y su obra habían sufrido a raíz de los procesos de beatificación y de canonización.

2. La batalla actual de las carmelitas en defensa de las constituciones posconciliares tiene un antecedente histórico en el enfrentamiento que a finales del siglo XVI, no bien fallecida Teresa, se dio específicamente en torno a las constituciones entre las continuadoras del espíritu de la reforma teresiana (en particular María de San José y Ana de Jesús apoyadas por Gracián y Juan de la Cruz) y el padre Doria, provincial de los carmelitas.

Éste oponía a la línea teresiana, caracterizada por "suavidad y discreción", la vuelta a una clausura bajo el signo de un rigor tradicional y exterior. En 1591, respaldado por Felipe II, el padre Doria obtuvo de Gregorio XIV la corrección de las constituciones teresianas ya aprobadas por Sixto V.

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