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Reportaje:

El 'madrileño de a pie', principal protagonista de la solidaridad con Enrique Tierno

Entre los miles de testimonios de solidaridad que el viejo profesor recibe estos días destaca sobre todo el del madrileño de a pie, un personaje, hombre o mujer, joven o viejo, que llama a la clínica Ruber o se acerca por allí, pregunta por la salud del alcalde, expresa su deseo de una pronta recuperación, deja algún obsequio y cuando le preguntan quién es, a efectos de agradecerle en el futuro su interés, se esconde en el anonimato. "Soy un madrileño de a pie", dice. Ayer continuó la evolución favorable de Enrique Tierno.

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Vista a un aparcamiento

El corazón de la alcaldía de Madrid está estos días en la clínica de la calle Juan Bravo, y no sólo metaforicamente. El círculo de próximos al alcalde ha instalado allí un verdadero campamento. Para empezar, Vicente Cervera, secretario de Tierno y su verdadero hombre en la sombra desde hace décadas, desde que Cervera, alumno de la Facultad de Derecho de Murcia admiraba a Tierno Galván. Bajo, calvo, con gafas, rostro moreno con grandes pecas oscuras, Cervera es, con la excepción de la esposa del profesor, doña Encarnita, la única persona que no es del equipo del hospital y que accede al lecho del alcalde cuando quiere. A lo largo de una estrecha colaboración con el alcalde, Cervera ha conseguido dos cosas: una úlcera y un perfecto anonimato. La primera, a su pesar. Lo segundo, de modo completamente voluntario.Vicente Cervera cuenta que el viejo profesor vestía ayer un pijama azul celeste y un batín de cuadros escoceses, y que estaba feliz porque podía leer sin tener que vencer las dificultades de las sondas de alimentación de los primeros días, que el llamó el ronzal. "Había que verle el sábado, inclinando el libro a la izquierda o la derecha para poder leerlo de reojo, y cuando se fatigaba, pidiéndole a doña Encarnita que continuara en voz alta". El secretario de Tierno cuenta que el alcalde no para de decirle que "guarde todas las cosas que envían, que tenemos que agradecerlas una por una". Lo cierto es que el buen ánimo del paciente ha transmitido a los que le rodean una serenidad que no es aquella pesimista de la resignación, sino la optimista de la esperanza.

En la Ruber estan también Aurelio y Pepe, el primero haciendo la guardia en el vestíbulo y el segundo frente a la habitación 517. Aurelio, oficial de ceremonial, esto es, lo que antes llamaban un macero, domina, desde su elevada altura, todas las entradas y salidas

Lo que más le gusta a Aurelio del profesor es "la educación con la que te manda las cosas, que nunca dice una palabra desagradable".

Flores para la capilla

Por su parte, Pepe, uno de los guardaespaldas del alcalde, al que quiere con locura, cuenta que se han recibido unos 5.000 telegramas, cartas y tarjetas, y unos 600 ramos de flores, que han ido a parar, por decisión expresa de Tierno, a la capillita de la clínica o a las iglesias cercanas. "Aquí se han recibido llamadas y telegramas de todo el mundo. De Fraga, del alcalde de Barcelona, de colegios, del alcalde de Las Palmas, que tiene muchísimos años, creo que 80, de Celia Gámez, de Lola Flores, de todo el mundo, de verdad". Pero Pepe insiste sobre todo en la importancia de las comunicaciones anónimas. Y tiene razón, porque si una figura ha destacado estos días ha sido la del madrileño de a pie, la persona que pregunta por la salud del alcalde, que incluso le hace un obsequio, y se identifica así, tan sólo con cuatro palabras: madrileño de a pie. Doña Encarnita, que ha pasado las últimas noches velando al pofesor, no estuvo ayer en la Ruber, porque se fue a Zamarramala como viene haciendo en los últimos años, a las fiestas de Santa Águeda, en que, por una vez al año, las mujeres son dueñas y señoras de esa localidad segoviana. Sí acudió a la clínica el único hijo del alcalde, también llamado Enrique, un tipo de unos cuarenta años, mediana estatura, cuerpo ancho, pelo esculpido y casi blanco y barba recortada y gris. Enrique Tierno junior, físico de profesión, ausente por voluntad propia de cualquier acto público protagonizado por su padre, no se despegó de la puerta del quirófano durante la operación, que su madre siguió desde una habitación. Cuando supo que todo iba bien, el hijo del alcalde fue a darle la buena nueva a su madre, y la sacó a la calle, a tomar un cafetín, pues la pobre estaba muy aturdida.

Otro personaje que apenas se despega de la clínica Ruber es Felix Santos, responsable de Prensa del Ayuntamiento de Madrid. A las 13 horas de ayer, Felix desayunaba en la cafetería de la clínica un café con leche y una pasta, su primer alimento de un día que, para él, había comenzado hacía cinco horas. "Esta mañana el alcalde ha pedido los bártulos para afeitarse él sólo", decía. Luego se sabría que Vicente Cervera le había echado al profesor una manita en esta tarea, pero eso no sería suficiente para abatir a Felix Santos que también contaba que el alcalde, ya sin sonda, se alimentaba con agua, té y manzanilla, y, lanzado por la vía de las anécdotas, el jefe de Prensa recordaba que el otro día el doctor Ballesteros había intentado convencer al alcalde de que la alimentación por sonda contenía las mismas proteinas, vitaminas y calorías que un cordero. "Sí, pero gota a gota", le respondió el profesor.

La clínica Ruber, ha convertido uno de los despachos de la sección de Medicina Preventiva, situada en el bajo, en una afiebrada sala de Prensa, donde, entre las 8 horas y las 22 horas, no cesa el movimiento. En ese despacho está Alicia Acebes, del gabinete de Prensa municipal, atendiendo sin parar a las emisoras, poniéndole grabaciones con declaraciones del doctor Ballesteros; y también Pilar, Lourdes, Paquita, Mercedes y Anabel, de la secretaría particular del alcalde, que no cesan de atender las llamadas que les llegan por cinco líneas telefónicas. "Una señora nos ha ofrecido unas hierbas que lo curan todo; otra, un escapulario de Santa Gema para que lo ponga encima de la cama; un taxista, un cuadro del angel de la guarda", relatan. Entra en ese momento Aurelio con un nuevo paquetón de telegramas, el primero firmado por la Orquesta Sinfónica y Coros de RTVE. Pilar los recoge, mientras Mercedes habla por teléfono con el senador José Prat.

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