Los héroes olímpicos norteamericanos, con problemas
Los héroes olímpicos norteamericanos tienen problemas. Y están fatigados. Seis meses después de los Juegos de Los Ángeles, han acusado demasiados incidentes. Por ejemplo, Edwin Moses, el atleta campeón invencible de los 400 metros vallas, que aún se recupera de su mal paso al ser detenido por dirigirse a una prostituta, o Tyrrell Biggs, medalla de oro en los pesos pesados de boxeo, que ha vuelto a las andadas con la cocaína de su más tierna juventud.
Edwin Moses, de 29 años, el invencible rey de los 400 metros vallas en Montreal, Helsinki y Los Ángeles, ha caído sobre un obstáculo, al menos, inesperado. Símbolo de un atletismo que luchaba contra las hipocresías, tratado de igual a igual por dirigentes y hombres de negocios, el gran abuelo como le llamaba afectuosamente su esposa Myrella, ha caído en Hollywood con la ingenuidad de un colegiado, por una policía negra disfrazada de prostituta. El campeón estará ocupado en los próximos meses en preparar un proceso que comenzará el 8 de febrero en el Tribunal de Los Ángeles, con sesiones que se presumen muy apasionantes.El promotor de boxeo Don Duva, que ha representado a varios campeones olímpicos de Los Ángeles, ha decidido el jueves sacar a la palestra los escándalos y desventuras de Tyrell Biggs, uno de sus pupilos, que fue medalla de los pesos pesados en Los Ángeles. Biggs no había reaparecido después de su debú profesional el 15 de noviembre, en el Madison Square Garden de Nueva York, contra Mike Evans. Biggs, que según su entorno, había descubierto la cocaína -droga que generalmente utilizan los jugadores de fútbol y béisbol- en el curso de una adolescencia díficil en Fíladelfia, estaba realizando una cura de desintoxicación en una clínica californiana. Si se cree a su mentor, el Gran Ty, como se le conoce, puede volver a ponerse los guantes en la primavera. Biggs ha sido uno de los campeones olímpicos norteamericanos de boxeo, algunos de ellos muy favorecidos por los jueces, que pasaron al profesionalismo inmediatamente después de ganar sus medallas de oro.
Felizmente, el deporte norteamericano en conjunto aún puede ofrecer, en su inmensidad, notas positivas. Basta, por ejemplo, una visita al olímpico Pauley Pavillion, en Westwood, para asombrarse con el tradicional encuentro de las dos universidades de Los Ángeles, UCLA, Universidad de Calífomia Los Ángeles, y USC, Universidad del Sur de California. O ir al Madison Square Garden neoyorquino a presenciar otro derby clásico de hockey sobre hielo entre los Rangers y los Islanders. Es un consuelo.
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