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Unas relaciones marcadas por los recelos y la incomprensión

Antonio Caño

España y Guinea Ecuatorial no han conocido un solo momento de tranquilidad en sus relaciones diplomáticas desde la, en un principio esperanzadora, llegada al poder de Teodoro Obiang, en agosto de 1979. Los dos países han estado al borde de la ruptura en varias ocasiones a lo largo de este lustro, por razones políticas y económicas. Cuando no ha sido la discusión en el aeropuerto de Barajas por el exceso de equipaje del primer ministro, Cristino Seriche, ha sido el mucho más grave asesinato de la monja catalana Carmen Samaranch en Ebebiyín.Un fondo de incomprensión y de recelos mutuos ha dominado el difícil diálogo mantenido entre Madrid y Malabo en los últimos cinco años. El momento más delicado fue, probablemente, mayo de 1983, cuando España entregó al Gobierno ecuatoguineano al sargento Venancio Micó, que se refugió en la Embajada de España en Malabo tras haber participado en un golpe de Estado frustrado contra Obiang. El ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, tuvo que viajar a toda urgencia a Malabo para obtener garantías de que Micó no sería fusilado.

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Como cada vez que estalla un conflicto entre Madrid y Malabo, con ocasión del caso Micó los españoles residentes en Guinea Ecuatorial se acordaron, temerosos, de sus predecesores que tuvieron que abandonar la ex colonia huyendo de las iras antiespañolas de Macías. La Armada preparó ese mayo de 1983 un plan de evacuación urgente de los ciudadanos españoles que trabajan para empresas privadas o como cooperantes en el territorio africano.

En los últimos cinco años han viajado a Malabo el rey Juan Carlos y el anterior presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, entre otras autoridades españolas. El Gobierno español ha gastado más de 15.000 millones de pesetas en la ayuda a Guinea. El pasado mes de septiembre fueron aprobados otros 1.256 millones para financiar los acuerdos de cooperación, que hasta ahora ni han satisfecho las necesidades ecuatoguineanas ni han reportado beneficios políticos.

Lucha en solitario

Todos estos millones no han servido, sin embargo, para dar la vuelta a una situación indiscutible: el único que defiende la presencia de España en Guinea Ecuatorial es el presidente Obiang, que lucha en solitario contra las figuras sobresalientes del clan de Mongomo, mayoritariamente antiespañol. Los millones tampoco impidieron que Guinea Ecuatorial cayese en los brazos de Francia, en busca de moneda, y de Marruecos, en busca de soldados. Inmediatamente después de tomar el poder, Obiang pidió a Adolfo Suárez la adopción de la peseta como moneda guineana y tropas para defenderle de sus múltiples enemigos, pero España prefirió inhibirse y orientar las relaciones por el lado de la cooperación.

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Obiang no sólo ha pedido ayuda al Gobierno. También se la ha pedido a los antiguos colonos, a los propietarios de las antaño millonarias fincas de cacao. Ha reiterado sus llamamientos para que los antiguos dueños del suelo de Guinea vuelvan a poner en funcionamiento sus fincas.

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