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Todos pendientes de Belém

El presidente portugués, general Ramalho Eanes, ha mantenido desde la formación del Gobierno socialista- socialdemócrata, hace ya 18 meses, un silencio interpretado generalmente como prueba de la convicción de que, tras la revisión constitucional de 1982, el poder real reside en el Gobierno y no en la jefatura del Estado.El discurso de Año Nuevo significó de hecho una ruptura de hostilidades que tiene que ver no tanto con la reivindicación por Eanes de una mayor iniciativa política para la presidencia como con las expectativas de cambio que se abren en el país con las consultas electorales de 1985. A finales de año, si no antes, se celebrarán elecciones municipales y presidenciales -a las que Eanes ya no puede presentarse-, y las propias legislativas, previstas para 1987, pueden adelantarse en el marco de la propia dinámica del enfrentamiento Gobierno-presidencia o incluso por agotamiento e inviabilidad de la actual coalición de gobierno.

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Eanes cuestionó en su discurso el exceso de poder decisorio reservado a los partidos, denunció el agravamiento de las injusticias sociales y se pronunció por una renovación de la práctica política como única solución para resolver los problemas del país. El Gobierno, y muy significadamente el primer ministro, el socialista Mario Soares -probable candidato a la presidencia-, interpretaron la toma de posición de Eanes como un apoyo al proyecto de partido eanista, que aun antes de constituirse se presenta, a un electorado harto de la ineficacia del Gobierno, como la solución para sacar a Portugal de la crisis mál grave de su reciente historia. "Si el presidente", afirmaba una nota oficial del Gabinete, "entiende que el Gobierno no asegura el funcionamiento regular de las instituciones democráticas, debe destituirlo", un poder del que sí dispone Eanes. "En relación al Gobierno", aseguraba la nota, "el presidente se comportó como jefe de la oposición y no como jefe de Estado".

El reto a Eanes no tuvo la respuesta clara y rápida exigida por el Gobierno, aunque, durante un par de semanas, se desataron todas las especulaciones, desde la destitución del Gobierno o la disolución del Parlamento hasta la propia renuncia del presidente. El recurso al Consejo de Estado, órgano sin poder decisorio que reproduce en su composición muchos de los conflictos que existen en la vida política portuguesa, no parece que resuelva nada y se presenta, si acaso, como una forma de que Eanes no detenga el proceso abierto por su discurso. Pero el inquilino del palacio de Belem aún no ha dicho su última palabra. El. sábado, en Lisboa, con ocasión del acto que conmemora anualmente su reelección, puede haber nuevas críticas al Gobierno y, quizás, una definición más expresa de su apoyo a quienes están organizando una nueva fuerza política, con vocación mayoritaria, en torno' a su persona.

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