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Edmundo Ross

Disuelta su célebre orquesta hace 10 años, el músico antillano reside anónimamente en la Costa Blanca

Es mulato, tiene 74 años, mide 1,85 sin estirarse del todo y no sabe lo que pesa. Nació en Trinidad. Lleva pasaporte británico. Habla un castellano correcto y todavía sopla el clarinete y acaricia los tambores. También canta, porque "los músicos que lo llevamos dentro morimos cantando". Sin embargo, Edmundo Ross, el mejor intérprete de Melodía de amor, no piensa en la muerte más que cuando "un amigo se va para no volver". Eso le recuerda que falta poco, y entonces siente la urgencia de escribir sus memorias.

Su mujer le regaló un magnetófono para que dicte su autobiografía Pero no puede: "Me corto, me paralizo, soy demasiado feliz hoy como para volver al pasado, del que no tengo quejas", dice.A un lado tiene el archivador de acordeón del que salen las liquidaciones de derechos de autor llega das de todo el mundo. "Porque el mundo, sobre todo Estados Unidos y Japón, aún se acuerda de Edrnundo Ross y su orquesta aquellos 16 músicos que atraían al público a la pista como un imán para bailar el agarrao. Y reimprimen mis discos y vivo con el dinero de sus ventas", añade Ross. Al otro lado de su mesa está la frase enmarcada de san Francisco de Asís redactada en inglés: "Dios te conceda serenidad para aceptar lo que no puedes cambiar, valor para cambiar lo que puedas cambiar y discernimiento para apreciar la diferencia".

Ésta es su máxima en la vida La siguió fielmente. Y, según declara, le fue muy bien. De niño salió de Trinidad para ir a Venezuela. Allí se crió. Hizo el servicio militar durante tres años y medio "En lugar de fusil me dieron un tambor y los platillos". Luego se enroló en orquestinas de Caracas Hasta que en 1935 logró plaza para tocar los timbales en la Sinfónica de Venezuela. Su ambición era hacerse director de orquesta. "Pero necesitaba aprender seriamente y por eso me fui a Londres, a estudiar, hasta que de pronto estalló la guerra mundial y tuve que emplearme en orquestinas otra vez para poder comer. Tocaba con Marío Baretto. Y un buen día me dije: Edmundo, a formar tu propia orquesta".

Empezó con cinco músicos y terminó, al jubilarse el 8 de agosto de 1975, con 16, un nombre famoso, varias películas de éxito -entre ellas Night boat to Dublin- y amigos por todo el mundo. Su casa de Jávea está llena de retra tos de famosos abrazándole desde el más allá. "Quedan pocos con vida. Queda Cugat, a quien telefoneo de cuando en cuando. También a mí me gustan las mujeres jovencitas, mi esposa, que es galesa, es 30 años más joven que yo".

Una vez le telefonearon a su casa de Londres. Era Juan March. Le enviaba un avión para que traje ra a sus músicos a la puesta de lar go de su segunda hija. "Volamos a Madrid. A las nueve de la noche sacamos los instrumentos. Empezamos a tocar. March se retiró a las dos de la madrugada sin decir nada. No sabíamos si seguir tocando o marcharnos. Y nos quedamos porque los invitados pedían animación. ¡Vaya fiesta! Y seguirnos tocando hasta las nueve de la mañana. Entonces apareció don Juan March. Nos dio los buenos días. Nos preguntó: '¿Pero aún siguen? ¡Oh, qué bien!". Por aquella noche cobró "bastante más de un millón de pesetas, pesetas de los años sesenta, que no son las de ahora".

En otra ocasión le llamaron de El Pardo: "Algo salió mal relacionado con los sindicatos y no pude tocarle los timbales ni el clarinete a Franco, no pudo ser, aunque él quería oír en vivo La canción cubana de amor, el mayor éxito de mi repertorio".

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