Los suicidios infantiles
"Un niño gaditano se quita la vida, posiblemente, por problemas escolares" (EL PAÍS, 9 de enero de 1985). Desde luego, toda página de sucesos es un fenómeno sociológico, y se agradece ese cautelar posiblemente, que, en otras ocasiones, han escatimado. Pero no basta.El índice de fracasos escolares es muy elevado -situémoslo con, optimismo en un tercio-, pero los suicidios de niños y adolescentes estudiantes se pueden contar con los dedos de las manos. ¿Por qué no admitir, señor director, que a los menores de edad -cada vez menos menores, dicho sea de paso- les corresponde su alícuota en los problemas generales de nuestro tiempo?
La enseñanza está mal, pero por parte del profesorado, se hace lo que se debe, más de lo que se puede y, desgraciadamente, bastante menos de lo que se quiere.Cuando un niño se suicida, hay que pensar en otra deficiencía más grave que un puñado de insuficientes (por lo demás, justificados y desdramatizados en las juntas de evaluación). No arrojemos sobre el colectivo, mal pagado y con frecuencia vejado de los profesores los jirones de miseria de la sociedad en su conjunto-
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