Madrid no mata
El desfile de las distintas autonomías por La clave ha sido, en casi todos los casos, brillante y polérníco, con una gran participación telefónica, discusión vivaz y a veces agresiva, y buen nivel de expectación. La autonomía madrileña contaba con todos los ingredientes para un buen foro de debate. Madrid es muchas cosas a la vez: capital del Estado de las autonomías, estereotipo simbólico del centralismo para muchos ciudadanos de la periferia, punto y centro de referencia obligado para el mundo de habla hispana, una de las grandes metrópolis europeas, lugar y escenario de la movida y de todo un despertar cultural e intelectual en el desperezamiento de la vieja urbe funcionarial y gris del franquismo.La selección de los participantes, sus escasas ganas de entrar al trapo y los insulsos impulsos proporcionados por el moderador dieron el tono propio de un programa de televisión local. Un programa como éste apenas justificaría la necesidad de un canal de televisión autonómico.
Se despertó un poco del sopor cuando las preguntas de los telespectadores plantearon las recientes medidas de recargo fiscal y el proyecto de TV autonómica. Pero tampoco se superó la mera escaramuza verbal. Como sucedió con los pocos intentos de definir la madrileñidad, que se movieron en el terreno de los tópicos y de las citas, hasta alcanzar casi la paráfrasis de la definición pujolista de que "madrileño es quien vive y trabaja en Madrid".
Los anémicos esfuerzos por explicar el contenido de la autonomía madrileña y por ilustrar la conciencia autonómica, en un debate con participantes elegidos para representarla -no estaba el alcalde de la villa-, despedían el inconfundible aroma del café para todos. El presidente, Joaquín Leguina, ahorró toda clase de explicaciones para dar respuesta a las preguntas que se interesaban por la necesidad de un canal autonómico, y se limitó a asegurar que sería muy rentable, y a atacar al representante de AP por la creación del canal gallego.
Si pudo parecer en algún momento que era un programa organizado para dar juego al espíritu autonomista madrileño, sus representantes demostraron no estar a la altura de las círcunstancias. El representante de AP, porque aseguró que la tarea más positiva sería precisamente hacer muy pocas cosas, y el presidente de la Comunidad, porque dejó asomar sin rebozo sus deseos de inventarse un poder a base de impuestos y de TV.
Fracasaron en proporcionar una imagen polémica de una ciudad cambiante y rica, culturalmente atractiva y sociológicamente abigarrada. Para este debate bastaba con un programa del circuito regional a las dos de la tarde. ¿Alguien imagini un debate cultural y político sobre Roma, Londres o París con unas intervenciones de este tenor? Realmente, si esto es Madrid, Madrid no mata.
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