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Rabal

La espléndida segunda carrera de actores como Fernando Fernán Gómez o Paco Rabal parece el fiial de aquella ambigua premonición de Pavese: "A partir de los cuarenta años todo el mundo es responsable de su cara". El homenaje que ayer TVE rindió a Paco Rabal lo merece toda la trayectoria artística del actor de Águilas, pero dentro de ella necesita un capítulo aparte ese saber madurar, ese saber sacarse la peluca a tiempo y dar la cara, la propia cara, como espejo de un alma curtida y sabia.Hace casi 30 años, concretamente en el verano de 1956, descubrí una foto ecuestre de Paco Rabal emplazada en el escaparate del fotógrafo Matrán, en la calle comercial de Águilas. Para los aguileños, Paco Rabal era el símbolo del paisano triunfador, símbolo necesario para un pueblo con complejo de arrinconamiento y de olvido. El año pasado compartí con Rabal y otros la presentación de la hermosa biografía o memoria de Madrid de Paco Umbral. Presencié de cerca la naturalidad de Rabal y comprendí la lógica de su nueva etapa de éxitos. Es un hombre receptivo, con ese sentido instintivo de lo que debe asumirse o rechazarse especialmente perfeccionado en los autodidactas y con una fidelidad a las raíces, a prueba de ejercer de galán en el plateau y en la vida.

El viejo lelo de Los santos inocentes ha sido protagonista en el correlato objetivo de Antonioni o cínico galán socarrón con Buñuel, compañero de happy end de Carmen Sevilla y pícaro prodigioso en Truhanes. Como Fernando Fernán-Gómez o Fernando Rey, Rabal representa el espíritu de lucha de una España de supervivientes, que jamás se pudo permitir el lujo de dormirse en los laureles y que está envejeciendo con tina dignidad dorada. Los actores son sublimaciones de un talante colectivo e individualizable, de ahí su propuesta de identificación. Rabal es como han sido los habitantes de este país en las últimas décadas, como Jean Gabin fue el rostro de la Francia del Frente Popular y la IV República. Hay que darle, pues, a Paco las gracias por su fidelidad a sí mismo. A uno le gusta ser compatriota de gente inteligente.

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