El hambre no perdona.
Las cifras son tan escalofriantes que nadie se atreve a confirmarlas: cerca de 900.000 etíopes, según los cálculos más generalizados, han perdido la vida bajo la guadaña del hambre. Familias enteras perecen bajo la implacable espada de la inanición. En la foto, una madre y su hijo luchan desesperadamente por mantener el hilo de vida que aún les ata a los refugiados que se encuentran albergados en el campamento de Korem. Una enviada especial de EL PAIS, Soledad Gallego-Díaz, describe desde Etiopía la interminable tragedia de un pueblo que día a día se hace más invisible.Páginas 4 y 5
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