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Las cajas de ahorro, a la espera

Las cajas de ahorro no se han manifestado de forma pública todavía sobre la nueva subida en el cobro de los servicios decidida por los grandes bancos. Han tomado nota de ella y esperan a una reunión de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA) para tomar una decisión unitaria al respecto.Aunque en algunas de estas instituciones se considera como buena la medida -siempre que se tienda, al mismo tiempo, a retribuir el ahorro privado a precios de mercado, y no de manera simbólica, como se hace ahora-, no levanta grandes entusiasmos esta decisión.

Lo primero que oponen es que no hay un compromiso formal de todos los bancos para ponerla en práctica, y llegan a afirmar que mejor sería que, antes de hablar de nuevas subidas, los bancos empezaran a hacer efectivo el cobro de algunos servicios ya estipulados con anterioridad y que de hecho no están efectuando a algunas grandes corrlpañías.

En todo caso, parece que pesa mucho también la afirmación de que, si se quiere hacer efectivo el principio de "que pague el que consume", también debería ponerse en marcha de forma simultánea el de que "cobre el que ahorra", aunque la cantidad ahorrada sea pequeña.

En el fondo subyace la polémica de cómo se deben retribuir los ahorros del público y cómo hay que cobrar los servicios prestados. Algunos de los expertos de los grandes bancos que menos confianza tienen en la subida del cobro de servicios señalan su convicción de que, igual que a largo plazo el cobro debe tender a igualarse al coste del servicio, la remuneración del ahorro debe acercarse a la inflación, casi con independencia del volumen de ahorro logrado.

Sólo así, se piensa, tiene sentido introducir hasta sus últimas consecuencias el cobro de los servicios ofrecidos por las instituciones financieras, porque, en definitiva, los bancos que realizan el servicio de expedir los recibos telefónicos, por ejemplo, tienen unas contrapartidas secundarias de la compañía por el manejo de fondos y, sobre todo, porque una cuenta corriente en la que se encuentran domiciliados varios recibos -teléfono, luz, gas, agua, colegios, etcétera- acaba siendo un lazo casi indisoluble entre la entidad financiera y el titular de la misma que deposita en ella sus ingresos y no cambia de sitio.

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