Suecia confía en la ilusión de unos niños
La final de la Copa Davis enfrenta a los dos países más poderosos del tenis
En 1975, Björn Borg salía llevado a hombros por la puerta grande del pabellón de Estocolmo. Él solo había logrado para Suecia su primer triunfo en una final de la Copa Davis, al ganar sus tres puntos frente a Checoslovaquia. Cuatro niños le contemplaban por televisión, sentados en los sillones de sus hogares. Nueve años después, esos niños van a intentar, a partir de hoy, repetir esa victoria. Enfrente estará el equipo más potente de la historia reciente de EE UU, con McEnroe y Connors, los mejores del mundo.
Aquellos rapaces ya eran auténticos fanáticos del tenis. Se entrenaban cuatro o cinco horas diarias, y por eso no es dificil imaginar que contemplaron las imágenes de la final de Borg vestidos de tenistas y con la raqueta en la mano. Mats Wilander, Henrik Sundstrom -ambos tenían entonces 11 años-, Anders Jarryd (14) y Stefan Edberg (10), debieron salir disparados hacia las pistas para soñar con vivir la gesta de Borg, con la fría ilusión de los niños nórdicos. El año pasado Suecia ya llegó a la final de la Copa Davis, pero tuvo que disputarla en Australia, sobre la hierba y demasiado lejos de casa. Ahora los rapaces se han convertido en mozos de buen ver, y van a intentar en Gotemburgo, con ambiente y superficie a favor, ganar la segunda Copa Davis de la historia de su país, vestidos con el uniforme nacional: pelo rubio y ojos claros. Todos recordarán sus ilusiones de la niñez, cuando soñaban con triunfar como Borg.Esta final promete. No es una sentencia gratuita, porque hay antecedentes para predecir emoción. Para que las cosas queden claras, las predicciones más optimistas prevén cinco partidos de una emoción similar a la última final de Roland Garros. Las más pesimistas dicen que McEnroe va a ganar sus tres puntos sin despeinarse su escaso pelo.
John McEnroe, Jimmy Connors y Peter Fleming, los titulares del equipo estadounidense, ya eran mayores cuando Borg ganó la Copa Davis. McEnroe tenía 16 años, Fleming 20, y Connors 23. Vieron las cosas de otra manera. Echando mano de nuevo a la imaginación, Connors debía morderse los puños, porque la aparición de Borg representó su oscurecimiento en los grandes torneos. Las mejores épocas de Connors fueron antes y después de la era Borg. Este año, Jimmy Connors ha vuelto al equipo de Estados Unidos "porque quiero ganar la única competición importante que me falta", según dijo él mismo. Corre un riesgo, porque, pese a sus cualidades de gladiador de la pista, parece el único punto débil del portaviones tenístico estadounidense. Connors no ha ganado nunca a Wilander.
El número uno sueco, Wilander, es el centro de todos los cálculos. Ahora, después de unos meses de depresión por resultados nefastos, Wilander ha recuperado toda su particular euforia. Para él, ser feliz parece limitarse a ganar partidos. Y acaba de conseguir su tercer título del Grand Slam, al vencer en el Open de Australia. Con McEnroe, el sueco está empatado a tres victorias.
Wilander parece tranquilo y cerebral. McEnroe tiene un temperamento explosivo. Sin embargo, ambos gozan de un sentimiento patriótico que parece cada vez menos habitual en el millonario mundo del tenis. McEnroe, por ejemplo, siempre lleva las letras de su país (USA) bordadas en su chandal. Le gusta defender a su país, y es uno de los que mejor puede haber comprendido la portada del último disco de Bruce Springsteen con la bandera de Estados Unidos. McEnroe tiene a su favor que nunca ha fallado; ha ganado las cuatro finales de la Copa Davis que ha jugado.
El ambiente en las dos delegaciones diplomáticas es muy distinto. Los suecos son íntimos amigos. Se ayudan y se aconsejan; se cambian las cintas de música para sus omnipresentes walkman; comparten las habitaciones y los viajes durante todo el año; desayunan, comen y cenan juntos, y tienen un peculiar humor que sólo ellos entienden.
Los estadounidenses van di- rectos al grano. No quieren saber nada de equipos, y aunque puedan tener entre sí una cierta simpatía, ésta no se traduce en intimidad. McEnroe y Connors, por ejemplo, se han peleado verbalmente en las pistas un montón de veces. Arias, el cuarto hombre del equipo, odia a los otros por que lo que él quiere es jugar. Fleming tiene claro que debe coger se siempre del brazo de McEnroe. Sin él, Flemíng sería un me diocrejugador desconocido. Con él, Fleming forma parte de la mejor pareja de dobles del mundo. Flerning ha sido siempre el íntimo amigo de McEnroe en el tenis, y el que está a su lado cuando decide ir a un concierto de los Rolling Stones. Ahora todo está listo para que comience la fiesta. Los suecos tienen la misma ilusión de su niñez para repetir el triunfo de Borg. Los estadounidenses esperan que el desembarco tenga éxito para apuntarse su 29ª Copa Davis. Millones de espectadores seguirán la final desde sus casas. Todo por una ensaladera de 200 onzas de plata que donó un tenista llamado Dwight Davis en 1900 para esta competición. Un tenista con espíritu luchador que, con los años, llegaría a ser ministro de la Guerra de los Estados Unidos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.