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ANTE EL 30º CONGRESO DEL PARTIDO EN EL GOBIERNO

Hacia los 10 millones de votos

Atrapado en un ascensor de la Ciudad de los Periodistas (Madrid), Alfonso Guerra compartía con varios plumillas el maleficio que parecía encerrar cualquier mención al golpe de Estado. Después de una discreta convocatoria periodística, organizada como consecuencia de una de sus sorprendentes declaraciones -"el juicio del 23-F va a ser una farsa"-, en la madrugada se vio aporreando la puerta, como los demás, a la espera de un salvador que no se presentó. Una concertación de patadas obró, al fin, los efectos que el mero estrépito no conseguía resolver.Concertar actitudes, reclamar el patriotismo como un sentimiento propio; modernizar la sociedad, armonizar las autonomías, ser eficaces en la lucha contraterrorista, en la desactivación del golpismo: he ahí algunos de los términos que sustituyeron, en el discurso público del PSOE, a los debates de las etapas anteriores.

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Un golpe de Estado, una democracia frágil

Apoyado en expectativas de apoyo popular cada vez más amplias, como lo pusieron de manifiesto diversas encuestas, Felipe González dijo en el 28º Congreso del PSOE que "un proyecto de cambio profundo en la sociedad española hará que se aleje el peligro de la involución". Este congreso, celebrado en octubre de 1981, acentuó la sensación de unanimidad, al producirse votaciones del 100% en el apoyo al secretario general.

En vísperas del mismo, Felipe González había dicho a la comisión ejecutiva que, salvo excepciones, quienes estuvieran en la dirección del partido no formarían parte del primer Gobierno socialista. Pero todos los oyentes eran conscientes de que la ejecutiva electa sería la que "llevaría el partido hacia el poder", por lo cual nadie aceptó verse apeado del equipo de Felipe González en momentos tan decisivos. Eso provocó ciertas escaramuzas.

En paralelo con ese fenómeno, las direcciones regionales cobraron gran importancia. La dirección central se había apoyado en los grupos de poder regionales para consolidar un entramado partidario unido, presentando ante la opinión pública una imagen de disciplina y coherencia que contrastaba con las crisis de UCD y del PCE. Ello está en el origen de la consolidación alcanzada por las estructuras socialistas en las comunidades autónomas, sobre todo aquellas que carecen de partidos nacionalistas verdaderamente implantados.

En estas condiciones, la operación socialista de acceso al poder se produjo sin apenas estridencias y con un balance abrumador: 10 millones de votos (48% del total de sufragios), que se tradujeron en 202 diputados, 134 senadores y toda la alta Administración del país.

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