El trato a los minusválidos
En la sección de su periódico Cartas al director del lunes 19 de noviembre, y con el título 'Discriminación de minusválidos', aparece una carta, firmada por don Daniel Fúnez, en la que se me alude directamente.El señor Fúnez, con el que hablé, como él dice en su carta, en el vestíbulo del teatro, quizá influido por el enfado que produce ir a un espectáculo y no poderlo ver, creo que califica erróneamente algunas actitudes, adjetiva injustamente otras y define despectivamente a personas que no se lo merecen. Voy a tratar de aclarar brevemente todo lo ocurrido:
1. Dice el señor Fúnez que comentó con la taquillera las peculiaridades de su caso, la cual les aseguró (a su hermana y a él) que no había ningún tipo de inconveniente. La taquillera les dijo que no habría ningún inconveniente, puesto que es frecuente la asistencia a nuestro teatro de espectadores en sus mismas condiciones, a los que entre el acompañante y algún empleado del teatro se les coloca en su butaca y se saca el carrito al vestíbulo. Lo que el señor Fúnez no explicó a la taquillera es que él no podía bajarse de su silla de ruedas, y ahí comenzó el problema.
2. Jamás he sentido menosprecio ni fastidio hacia ningún minusválido, como el señor Fúnez asegura en su carta.
3. Ni yo ni ningún empleado del teatro podemos transgredir las leyes que rigen en los locales de espectáculos y que marcan muy claramente que no se puede dejar una silla de ruedas en un pasillo de salida de un local con 700 espectadores, puesto que el riesgo en un caso de emergencia (por ejemplo, un incendio) así lo exige.
4. Creo que en todo momento, el gerente del local, el de la compañía y yo mismo, tratamos con absoluta corrección al señor Fúnez.
5. Yo propuse colocarle en un palco; pero, y ahí está la pequeña equivocación del señor Fúnez o su falta de información, no se pudo hacer porque hacía ya varias horas que todos los palcos estaban vendidos, y no se fueron vendiendo, como él dice, mientras le entreteníamos. Ante la imposibilidad física, ya que no existía una sola localidad vacía, yo le ofrecí que volviera por la noche o cualquier otro día, y que yo, en ese mismo momento, le reservaba un palco, y tampoco aceptó esta fórmula. Sólo aceptó que le devolviéramos el importe de sus localidades, cosa que se hizo inmediatamente.
6. Dice el señor Fúnez: "Esta vez he aprendido lo baratas que se venden las dignidades de ciertas empresas". Pienso con tristeza que esta frase despectiva hacia mí no es precisamente la más apropiada para calificar la conducta de alguien que ha tratado con educación de solucionar un problema y que no ha podido lograrlo por la total carencia de espacio, y que después ha ofrecido, y sigue ofreciéndole, al señor Fúnez un palco en el teatro Infanta Isabel para la tarde o la noche que prefiera.-
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