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Antonio Figueruelo

Un ex periodista trata de poner en pie el edificio de Protección Civil

Antonio Figueruelo, de 50 años, antiguo periodista y ex delegado de Protección Ciudadana de Barcelona, es el hombre que intenta poner en pie un embrión de Protección Civil. Corno responsable de una dirección general de magro presupuesto y escaso personal, no tiene más alternativa que operar "el milagro de multiplicarlos panes y los peces", según la imagen bíblica que cuadra a las actividades de este ex militante del PSUC. Sobrevive en un edificio compartido con la administración de los hoteles Meliá, una asociación de radio y televisión y la Mutualidad General Deportiva. A pesar de tanta socialización del espacio, no le rodean, en compensación, sofisticados sistemas ni grandes elementos de detección de variados desastres, sino una modesta red de comunicaciones y un reducido equipo técnico que, eso sí, hace dos años ni siquiera existían.

La prevención de catástrofes naturales y accidentes por uso de la tecnología es uno de los temas más desprestigiados en España: el suceso en sí atrae al público más que sus causas, y la repetición de tragedias apenas saca del olvido las tareas de prevención. Sin embargo, un par de afortunadas intervenciones -las alarmas dadas con motivo de la llegada del ciclón Hortensia, y la más reciente de la gota fría sobre la costa mediterránea- han puesto de manifiesto que, a falta de medios propios, Protección Civil puede funcionar como elemento de coordinación entre organismos y servicios capaces de hacer frente a una emergencia, cada uno de los cuales suele fracasar cuando actúa por sí solo.Figueruelo es un altre catalá. Nació en Seu d'Urgell (Lérida), en una familia que durante años viajó por toda España, en función de la profesión de militar del padre. Éste le orientó hacia el ingreso en la Academia General Militar, pero a los 16 años cambió de rumbo y comenzó a trabajar como auxiliar administrativo en el Banco de Vizcaya, con un sueldo de 534 pesetas (del año 1953). Entró en la Escuela de Periodismo d e Barcelona y acabó la carrera en la de Madrid. Sin dinero y sin trabajo, regresó a Barcelona y se casó con María del Rosario Montalvo.

No estaba introducido en la estructura sociocultural de la sociedad de Barcelona, pero tuvo la suerte de obtener un contrato de colaboración con la agencia Hispania Press. El diario Madrid publicaba entonces reportajes diarios sobre las noches de Madrid, y aquella agencia decidió hacer lo mismo en Barcelona. De ese trabajo se encargaron Alfredo Amestoy y Antonio Figueruelo, que durante dos años patearon a conciencia las noches de la ciudad y publicaron sus reportajes en El Noticiero Universal a cambio de un mínimo salario.

Esto le abrió las puertas de ese diario, y desde la sección local trató ampliamente los negocios inmobiliarios de la época, protegido por su director, José María Hernández Pardos. La crítica se extendió a Josep Maria de Porcioles, alcalde de la ciudad y prácticamente la única- figura institucional que podía ser atacada por la Prensa en el franquismo. Porcioles terminó con aquella situación comprando el periódico, en el que Figueruelo fue ascendido, pero ya no pudo escribir. En 1976, el nombramiento de Josep Maria Socías como primer alcalde de Barcelona después de la muerte de Franco le permitió abandonar la profesión y pasar al Ayuntamiento como delegado de Promoción Ciudadana.

En 1978 Socías le confió la delegación de servicios de la Guardia Urbana, y en 1979, tras las elecciones ganadas por el socialista Narcís Serra, éste le mantuvo en el puesto y acumuló, además, las funciones del cuerpo de bomberos y de protección civil. En este período descentralizó la Guardia Urbana, por distritos, creándose la figura del policía de barrio; el cuerpo de bomberos pasó de 700 a 1.000 miembros, y se creó uno de los primeros servicios de protección civil que hubo en España.

Con estos mimbres, el ministro del Interior le nombró director general de Protección Civil el 8 de diciembre de 1982. A trancas y barrancas ha desarrollado su labor, llevando adelante una ley de Protección Civil que el Parlamento va a aprobar bastante descafeinada, aunque a Figueruelo le parece suficiente para dar un impulso a Protección Civil. Pero la lentitud de la maquinaria administrativa y las dificultades presupuestarias asfixian las mejores intenciones. Ahora mismo tiene que buscar una solución para que no queden en la calle un centenar de técnicos que estaban en paro y que fueron adscritos a los servicios de Protección Civil de 26 provincias; sus contratos temporales finalizan ahora, y de momento no hay dinero para renovarlos. Qué lucha.

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