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llario Martella

El juez encargado de investigar el atentado contra Juan Pablo II

Juan Arias

llario Martella es un juez que pasará a la historia por haberse encontrado entre sus manos con la investigación más compleja, misteriosa y delicada de este siglo: la del compló internacional contra el papa polaco Karol Wojtyla. Un juez desconocido, gris, meticuloso, sin historia, que el día 25 de noviembre del año pasado conmovió al mundo al llevar a la cárcel, acusado de haber participado en el atentado contra la vida del Papa en la plaza de San Pedro, al ciudadano, búlgaro Sergei Ivanov Antonov.

En aquella mañana nació la famosa pista búlgara del atentado papal, la hipótesis del compló internacional. ¿Quién es el juez que osó tanto? ¿Por qué se puso en las manos de un magistrado casi sin nombre un material tan explosivo y goloso cuando existen en Roma magistrados considerados mucho más bregados, intuitivos, brillantes, inteligentes? Quizá por una sola cualidad de Martella: su absoluta e indiscutible independencia política. Y por la ausencia total en este juez de todo deseo de protagonismo.De hecho, de llario Martella no saben nada ni los cronistas judiciales que viven todo el día prácticamente apostados en el Palacio de Justicia ni los que en estos años han entrado cientos de veces en su despacho o se han cruzado con él en los pasillos o en los aviones de sus viajes por el mundo.

De 10 observadores de los mayores diarios italianos consultados por EL PAÍS ni uno sólo ha sabido decir cuántos hijos tiene el juez de la pista búlgara ni cuál es su hobby. Nadie conoce su fe política ni si es creyente o ateo. Nunca ha concedido una entrevista individual, y cada vez que ha hablado con un periodista le ha rogado siempre, casi implorando, que no escriba nada. Lo que nadie le niega es la meticulosidad y el empeño en su trabajo.

Elogia su seriedad proverbial hasta la izquierda, que nunca ha creído en la pista búlgara, aunque afirma que Martella ha recogido un material que merece "respeto". Dicho material corista-nada menos que de 25.000 documentos y un sumario de 1.250 páginas.

De una cosa está orgulloso Martella, y es de la lealtad con la que ha colaborado con sus compañeros magistrados búlgaros y éstos con él en Sofía y en Roma. Es un hombre, dicen los observadores, que nunca se ha permitido cruzar las puertas del Vaticano para ir a indagar lo que podían pensar o desear en los pasillos pontificios.

Tiene 50 años. Había hecho siempre sólo investigaciones en el campo económico. Pero cuando se dice que era un juez sin historia antes de detener al búlgaro Antonov no es exactamente cierto. Porque Ilario Martella había llevado a cabo en 1976 otra delicada investigación de tipo político-económico y con gran, rigor y éxito: la del escándalo de la Lockheed, cuando por primera vez en la historia de esta República acabó en la cárcel, gracias a las investigaciones llevadas a cabo por Martella, un ministro, el socialdemócrata Mario Tanassi.

Si el proceso le da la razón su nombre será puesto sobre un pedestal. Si se ha equivocado le quedará igualmente el reconocimiento de haber trabajado con "extrema honradez", como ha declarado noblemente a EL PAÍS el cronista judicial del diario comunista L'Unita, Bruno Miserendino. Una honradez profesional que Martella ha demostrado hasta el último momento con su petición de que se haga un proceso por indicios, una figura jurídica prácticamente nunca usada en este país y que hasta ha sido objeto de controversia por parte de algunos magistrados. Veinticinco mil páginas no han bastado al escrupuloso juez romano para pedir para los acusados un proceso realmente acusatorio.

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