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La oposición francesa quiere sacar partido del clima de inseguridad ciudadana

Nueve ancianas han sido asesinadas en París, de la manera más vil, en menos de un mes, siete de ellas en Montmartre. La semana pasada, tres inmigrantes turcos fueron muertos a tiros, simplemente porque eran extranjeros. Le Figaro, el diario de la oposición conservadora-liberal, dio ayer una campanada política estruendosa, al titular a toda página con la siguiente afirmación: "Francia tiene miedo". La oposición aprovecha el clima de inseguridad ciudadana para criticar al Gobierno.

La psicosis de inseguridad y su politización instantánea ha calado tan hondo que el propio presidente de la República, François Mitterrand, creyó oportuno, para calmar los ánimos, rendir tributo personal ante el cadáver de una anciana y el de un obrero turco.Todo empezó el pasado 16 de octubre, cuando un niño de cuatro años, Gregory, fue asesinado en Epinal (Los Vosgos). Todavía no se ha descubierto al criminal, pero se sospecha que fue un primo hermano de su padre, quien, por celos, lo ahogó. El presunto asesino, Bernard Larroche, que espera en la cárcel el resultado de nuevas investigaciones, también tiene un hijo de cuatro años, aunque subnormal, todo lo contrario del de su primo. De ahí los celos que, según se cree, lo empujaron hasta el crimen. Francia entera se conmovió por el suceso y aún no se ha repuesto.

En este clima, los hechos trágicos comenzaron a multiplicarse. Hasta aquel momento, ya habían muerto dos ancianas víctimas de criminales sin identificar que las siguieron hasta sus domicilios y las desvalijaron de lo poco que tenían. En el breve espacio de tiempo transcurrido desde entonces, los asesinatos de ancianas (maltratadas, torturadas, mutiladas) se han convertido en el enigma número uno del país.

En torno a Montmartre

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Por añadidura, siete de las últimas víctimas vivían en la misma zona del mismo distrito, el 18. Se trata de las calles que rodean a la célebre plaza de los pintores del no menos conocido barrio de Montmartre. Este localización de los crímenes inquieta más aún. El barrio antedicho tiene 200.000 habitantes y, con un censo total de 30.000 ancianos, representa la mayor concentración de personas de elevada edad en París. Las señoras ya no se atreven a salir solas a la calle y, cuando lo hacen, es para insultar al responsable político de turno que se presenta ante ellas, sea éste el ministro del Interior o los diputados del distrito.

Por si faltaran detalles al capítulo de sucesos dramáticos, hace unos días, en Epone (periferia parisiense), un comando sindicalista se disponía a ocupar su empresa, que desde hace cinco meses no paga a sus empleados por falta de fondos. El vigilante y un hijo del dueño dispararon con sus escopetas: un sindicalista, turco, de 20 años de edad, que iba a casarse dentro de unos días, cayó muerto, y otros dos heridos. No se sabe la causa, pero al día siguiente un muchacho, en Chateaubriand (departamento de Loira Atlántico), mató a tiros a otros dos inmigrantes, turcos también, porque "sobran en este país de parados".

La politización de tantas muertes ha sido cuestión de horas, a pesar de que no se sabe nada en concreto sobre la naturaleza de los asesinatos. La oposición culpa al Gobierno, mientras la izquierda tacha a la patronal de asesina.

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