_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Entre el paro y la inflación

El peor enemigo público era, hasta ayer, la inflación. Su lugar ha sido ocupado por el paro. Lo creen así tanto los Gobiernos como sus respectivas oposiciones. Y es que ambos problemas son graves, y ambos necesitan respuestas enérgicas. Tales respuestas deben estar coordinadas, pues, como es notorio, las dos cuestiones están relacionadas. Es más, las dos tienen las mismas causas.

Las causas de la inflación y el paro no son exclusivamente económicas. Por tanto, no pueden solucionarse de una manera medianamente permanente sólo a través de la política económica. Si sólo de economía se tratase podemos estar bien seguros que la situación se solucionará por sí sola -y durante algún tiempo nada más-, cuando la propia dinámica económica nos lleve a un nuevo ciclo de prosperidad, y ello muy al margen de las políticas contra el desempleo y la inflación que siguen los Gobiernos.En la mayoría de los casos, estas políticas evitan cuidadosamente las cuestiones estructurales, y no entran nunca en las causas extraeconómicas. Ello es debido a que las tres escuelas predominantes en el pensamiento económico las desconocen sistemáticamente. Para los liberales de estricta obediencia, el milagro ocurrirá a través de la reducción del gasto público, de la masa dineraria y el incremento de la concurrencia privada. Los neokeynesianos continúan creyendo en la expansión de la demanda inducida. Los marxistas, en la estatalización sistemática. Cada una de estas posiciones tiene su flanco débil: ni la concurrencia libre es tal en un mundo oligopolístico, ni disminuye la masa dineraria cuando hay que financiar el paro y la crisis, ni la demanda inducida es manejable y capaz por sí sola de crear prosperidad, ni la estatalización nos conduce al paraíso económico.Causas extraeconómicas

Algunos de estos argumentos serían más persuasivos si cuantos participan en la preocupación por los efectos dañinos de la inflación y el paro prestaran más atención a las causas extraeconómicas, en su mayor parte sociales, de ambos males. Entre otras, se encuentran la profesiónalización generalizada, la corporatización de la sociedad, el mito del pleno empleo y el mito del empresario patriótico y altruista.

En las sociedades avanzadas contemporáneas existe una tendencia marcadísima hacia la ocupacionalización y profesionalización universal. Son sociedades de diplomados en las más diversas tareas: nuestros diplomas son licencias gramiales que nos permiten ejercer ciertas actividades y no otras. Y ello no ocurre sólo en las clases medias. La casi universalización de las credenciales o patentes-que son a veces patentes de corso- puede haber ido unida a un incremento de la productividad a través de la especialización competente, pero en su fase de saturación ha llevado también a una funcionarización de las mentalidades, y no sólo de las numerosísimas personas que trabajan en el inmenso sector público. El resultado es que hoy en día el parado se niega a trabajar en aquello para lo cual no está calificado según sus papeles que lo acreditan.

La corporatización, claramente relativa, de las sociedades modernas está relacionada con esta cuestión de manera obvia, pero es diferente. En su virtud, ciertos problemas sociales generales -y muy en especial los de paro e inflación- son atacados mediante acuerdos a dos o tres bandas entre Gobierno, sindicatos y patronales. También, en otros casos, entre diversos sectores sociales -ejércitos, partidos, iglesias, grupos de presión-. Las grandes organizaciones sectoriales, es decir, sus direcciones, negocian grandes acuerdos en los que inevitablemente se realizan concesiones mutuas. En ellas, por poner un ejemplo, los sindicatos pueden obtener aumentos salariales claramente inflacionarios a cambio de promesas de paz social y de una limitada política contra el paro. Con ello, naturalmente, ni se resuelve la inflación, ni se reduce sustancialmente el paro, aunque sí suelan zozobrar los principios.

Los factores ideológicos -el mito del pleno empleo y el del empresario patriótico y altruista son también, y de modo evidente, extraeconómicos. Reconocer la imposibilidad hoy del pleno empleo es correr el riesgo de que le llamen a uno poco menos que hiena fascista y, naturalmente, que no se le escuche la argumentación. Pero todos sabemos que el pleno empleo no existe -salvo condiciones de dictadura tecnoburocrática de subempleo masivo- ni siquiera en condiciones de crecimiento económico acelerado. Por definición, éstas absorben grandes masas de trabajadores que están disponibles (es decir, en paro, o de sectores deprimidos o pobres: mundo rural, países proletarios). Las situaciones de pleno empleo, si existen, son endémicamente efímeras. Lo que sí puede hacer una política sensata es, primero, reducir el desempleo a porcentajes mínimos y, seguindo, prestar toda la atención debida a la población que se halle en esa situación. No hay que descartar la posibilidad -teórica- de un pleno empleo permanente en un mundo hoy en día lleno de incertidumbres demográficas, energéticas y políticas, pero carecemos de elementos para suponer su utópica existencia.

La última causa social es la del mito del empresario inversor y altruista. Lo interesante es que todos los grupos en liza -sindicatos, Estado, patronales- exhortan a estos míticos empresarios a la inversión, pues se mueven en un modelo neoliberal, asumido por todos, que así lo exige. No obstante, el empresario real es la persona más cauta y desconfiada del mundo, y se rige por las leyes del egoísmo capitalista más estricto. Para él, el altruismo y la beneficencia pública o nacional carecen de significado apreciable.

La consideración de estos y otros factores extraeconómicos de la problemática del paro y la inflación parece, pues, imperativa para la elaboración de una teoría general viable. Para una teoría que pueda traducirse en una política socieconómica realista y efectiva. De lo contrario, continuaremos como ahora, y seguiremos andando a trancas y barrancas.

es profesor de Sociología en la Brunel University de Londres; miembro ejecutivo de la International Sociological Association y vicepresidente de la Federación Española de Asociaciones de Sociología. Juan Salcedo es sociólogo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_