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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El petróleo, a la baja

LA CONFERENCIA extraordinaria de la OPEP ha conseguido un frágil acuerdo que, basado en una reducción adicional de un millón y medio de barriles en la ya restringida producción de petróleo del consorcio, trata de evitar que continúe el desplome del precio oficial de 29 dólares por barril de crudo arábico ligero. El acuerdo ha podido ser anunciado, pese a las disensiones internas de sus 13 miembros, gracias a una pirueta semántica introducida en su resolución final y que permitirá que dos de sus miembros -Nigeria e Irak- no la cumplan, tanto en lo que afecta a la reducción de su volumen de ventas como, al precio oficial.Ésta es la primera vez en la veintena de años de existencia del cartel petrolero que, al término de una conferencia formal de sus ministros, se rompe la disciplina de la organización. Este hecho, junto a la propia fragilidad del acuerdo anunciado, permite afirmar que la caída de los precios del petróleo en los mercados libres, como ya ha sucedido mientras los ministros estaban reunidos, continúe e incluso se agrave en las próximas semanas, pese al aumento de consumo de crudo que se produce en las naciones industriales con la llegada del invierno.

La OPEP atraviesa, desde hace dos años, uno de sus peores momentos. Después de haber seguido una política de precios maximalista, basada exclusivamente en el simple principio de optimizar sus ingresos sin tener en cuenta sus efectos en las economías de los países consumidores, los 13 países englobados formalmente en el consorcio han visto caer dólar a dólar sus tarifas hasta llegar a una situación en la que sólo restringiendo su oferta en el mercado han conseguido evitar el hundimiento definitivo de las mismas. Si un barril de crudo arábico ligero, situado en la mitad de la franja en cuanto a su calidad, llegó a cotizarse hasta 37 y 38 dólares en los mercados libres hace tan sólo cuatro años, ese mismo barril se puede adquirir hoy a 27 dólares y a un precio inferior si se utilizan mecanismos de compra más sofisticados que el simple pago, como son el barter (trueque) o su intercambio por productos petrolíferos terminados.

La causa de esta brusca transformación es tan simple como el mismo mercado. Cuando un producto sobrepasa el listón de la competitividad, las mismas leyes de la oferta y la demanda se encargan, tarde o temprano, de rechazarlo. Los esfuerzos realizados en los países consumidores para sustituir consumo o aplicar planes de ahorro han permitido invertir una situación que, enormemente favorable para los productores, se ha vuelto en su contra. El tiempo se ha encargado de dar la razón a alguno de los responsables energéticos de la OPEP, como el ministro de Petróleo de Arabia Saudí, Zaki Yamani, que en diciembre de 1979, cuando el consorcio vivía sus horas más felices, anticipó la eventualidad de esta realidad.

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Los males de la OPEP, sin embargo, no terminan aquí. En 1979, año del denominado segundo choque del petróleo, la demanda mundial de crudo (excluidos los países de economía planificada) superaba los 52 millones de barriles al día. La cuota de la OPEP en este mercado, con unas ventas de 31 millones de barriles, superaba el 60%, lo que le permitía fijar monopolísticamente los precios. Durante el mes de septiembre pasado, la demanda occidental de crudo apenas llegó a los 47 millones de barriles y, con 18 millones de ventas procedentes de los productores OPEP, su cuota ya no llegaba al 40%.

Desde hace cuatro años, el consorcio está cediendo mercado e ingresos a otros nuevos productores, como los del mar del Norte (Reino Unido y Noruega), que, por pertenecer sus economías al área del mundo industrializado se ven más libres para modificar sus precios cuando la realidad del mercado lo aconseja. Sus decisiones, además, provocan conmociones en la estructura de la OPEP. La simple baja de uno o dos dólares en el precio del barril por uno de estos países, según muestran las experiencias de marzo de 1982 y octubre de 1984, hace tambalear el edificio oligopiolista montado por el que fue poderoso cartel petrolero, condenado ahora a realizar enormes sacrificios para evitar un desplome general de sus tarifas.

A medio plazo, el futuro de la OPEP como mecanismo de fijación de precios es más que incierto. Las reuniones periódicas de los 13 países se hacen cada año más numerosas, con el agravante de que cada vez supone mucho más tiempo y esfuerzo hallar fórmulas consensuadas eficaces. La disparidad de intereses que convive en el seno de la OPEP saca a relucir sus profundas diferencias y demuestra que el mercado mundial de crudo necesita unas normas más flexibles.

Mientras se llega a arbitrar soluciones menos dramáticas y más ajustadas al libre funcionamiento del mercado que el incremento indiscriminado de los precios, cabe suponer, desde el punto de vista de un país como el nuestro que importa más del 85% del petróleo que consume, que las dificultades de la OPEP son ventajas paralelas para las naciones importadoras de crudo. Con la eventualidad de un precio más bajo en una materia prima tan vital como el petróleo, las naciones industrializadas pueden adaptar sus programas económicos a la eventualidad de una energía más estable y menor cara.

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