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Reportaje:LA SALVACIÓN DE LOS ADICTOS AL CASINO

El timo del prohibido

Amelia Castilla

La legalización del juego en 1977 supuso también la entrada en vigor de una normativa que permite, a las personas que lo soliciten o a los familiares directos, la prohibición de jugar con cáracter temporal y revocable. En el listado de prohibidos se encuentran también personas consideradas no gratas por las empresas, que han solicitado la exclusión de un jugador por alteración del orden público, observar conductas irregulares, prestamistas, además de las personas que ocupan cargos en los que se manejan fondos públicos, entre otros. La orden de expulsión, en estos casos, puede ser recurrida hasta el contencioso-administrativo.La inclusión voluntaria en la lista de prohibidos se realiza presentando una instancia en la Comisión Nacional del Juego, dependiente del Ministerio del Interior, explicando los motivos por los que se solicita. De este mismo Ministerio depende La Brigada del Juego que comprueba la veracidad de los hechos denunciados contra terceros.

Las listas de prohibidos se pasan a todas las empresas del ramo, que tienen la obligación de impedir la entrada a sus locales a estas personas.

En este tiempo, la Brigada del Juego ha descubierto una nueva modalidad de delito de poca monta, que consiste en chantajear a los empresarios del bingo, según informaron fuentes de la citada comisión. El prohibido, que tiene que presentar el carné de identidad en todas las salas de juego, logra pasar al interior legalmente y sin que nadie se lo impida. Una vez dentro, llama a su compinche, y éste se persona en la sala exigiendo dinero a cambio del silencio. De lo contrario presentará una denuncia contra la empresa.

Los funcionarios de la Comisión Nacional del Juego encargados de tramitar las instancias y de informar al público han acumulado en siete años de legalidad alguna que otra anécdota; como la de un señor, excluido a petición de un familiar, que responsabilizó de su situación a una empleada del ministerio y le amenazó con tirarla por la ventana; o la de una mujer casada, con cuatro hijos, que denunció a su esposo porque debido a los gastos que le ocasionaba el juego había conseguido hundir el negocio familiar y amenazaba con vender el chalé.

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