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Conductas impropias

Como el sensato escribiente del relato de Melville, siempre me he resistido a las polémicas. Entre otras cosas porque suelen ser vanas e inútiles. Y, como el memorable personaje, inevitablemente, concluyo en la misma afirmación: "Preferiría no hacerlo". Éste, pues, viene a ser mi desvirgue público en estos menesteres. Y si lo hago es, en principio, porque el polemista no soy yo.Apenas quiero referirme al enfrentamiento, entre el argumento y el ardid, sostenido por los escritores Mario Benedetti y Juan Goytisolo, a propósito de persecuciones políticas a los artistas, de macartismo (término que proviene del senador norteamericano Joseph McCarthy), de colaboracionismo y, en definitiva, de ética intelectual. Esta última tuvo su paradigma en el brillante comportamiento de la escritora Lilian Hellman ante la tristemente poco famosa Comisión de Actividades Antinorteamericanas durante la época que se llamó caza de brujas y que, años más tarde, teatralizaría, rescatando el tópico medieval, el dramaturgo Arthur Miller. De esto, más o menos, escribía en EL PAIS (9 de julio) el escritor uruguayo. Postura con la cual estaba de acuerdo Juan Goytisolo en su artículo, publicado en la misma Prensa el 6 de septiembre. Pero, y aquí aparece el ardid (o polémica, según quiera entenderse), el escritor español agrega, para que no se digan verdades a medias, una de sus obsesiones o preocupaciones políticas: Cuba. De este modo se intuye la intención de que el autor de Makbara no quiso limitar el concepto de injusticia al ámbito norteamericano, sino proponer un internacionalismo libertario que, significativamente, parceló en la isla caribeña, donde las "asambleas depuradoras creadas en las universidades para limpiarlas de homosexuales, lesbianas y demás gente de mal vivir establecieron la pauta" (sic). Este argumento, tan unilateral como incierto, estuvo acompañado de otros tan tópicos de una derecha que ya no se lleva como de una desinformación alarmante en un escritor de su nivel. La misma pasaba por el trabucamiento de comportamientos y lugares (el suicidio de Calvert Casey) hasta la ignorancia de fechas de ediciones de los libros de su admirado (y mi admirado, naturalmente) José Lezama Lima. El propio Benedetti se encargó en desmontar los errores de información en su artículo del 17 de septiembre. Casey se suicidó en Roma y no en Cuba, por ejemplo, y Lezama Lima fue funcionario de Casa de las Américas hasta el día de su muerte, y sus libros, profusamente editados.

Por tanto, lo que me afecta del asunto no es ni el argumento ni el ardid. Me preocupa, en cambio, que el internacionalismo libertario de Goytisolo, en tren de extender sus desvelos acerca del macartismo, no abarcara realidades tan obvias como la de Chile (donde le cortaron las manos a Víctor Jara), como la Argentina pasada (donde asesinaron al novelista Haroldo Conti y al poeta Francisco Urondo), como Uruguay (donde yo mismo fui torturado y preso durante cuatro años, exclusivamente por la publicación de un cuento que no le apeteció a los militares que llevan mi país). Pero admitamos que estas geografías puedan ser

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Conductas impropias

es periodista y escritor uruguayo.

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