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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El PSOE , la OTAN y los partidos políticos

FRANCISCO BUSTELO

En el dilema OTAN sí, OTAN no, llaman la atención dos cosas: el modo en que el PSOE se ha visto envuelto en él y el que no sepa muy bien salir del embrollo.El asunto de la presencia de España en la organización atlántica, por su importancia, se presta a mucha discusión, y ésta no ha faltado. Sin embargo, no se ha señalado cómo todo el problema, al menos en su forma de plantearse, es una clara manifestación de las deficiencias e insuficiencias de nuestros partidos políticos.

Buena parte de esas deficiencias procede de la forma en que se pasó de la dictadura a la democracia. La transición, como es sabido, obligó a muchas concesiones e incluso contradicciones de unos y otros, pero como lo que importaba era el resultado final y éste fue bueno, los dirigentes se acostumbraron a decidir por su cuenta y riesgo y las bases de los partidos, por su parte, se habituaron a no poner demasiados reparos al hecho de no ser consultadas o a tener que decir B donde antes decían A.

Pero, claro está, ya no estamos en la transición, y lo que ayer pudieron ser virtudes hoy se han convertido en vicios.

¿Por qué no se afilian los españoles a los partidos políticos cuando nadie duda del apego que sienten los ciudadanos por la democracia? ¿No debería constituir motivo de preocupación el que España siga siendo diferente, al ser probablemente la única democracia del mundo que cuenta con más socios en los clubes de fútbol que militantes en los partidos? Y es que ese ciudadano reacio sabe que enrolarse en un partido político es tener escasa participación a la hora de tomar decisiones, con lo cual prefiere quedarse en casa y limitarse a votar cuando corresponda.

Otro rasgo que perturba la vida política es que no se haya llegado todavía a aclarar las relaciones entre un partido y su Gobierno. Se vio con UCD y se está viendo con el PSOE. Porque tan obvio es que un Gobierno no puede estar dando cuenta continua de sus actos al partido del que ha surgido como el que no puede dejar de responder ante él.

Aunque no lo recoja la Constitución, además del control del Gobierno por el Parlamento, hay un segundo control del partido político que ha ganado las elecciones y que no sabe muy bien cómo podría evitarse sin dar al traste con la existencia misma de los partidos. Recuérdese, por ejemplo, que, en teoría, el próximo congreso socialista podría destituir a Felipe González como presidente del Gobierno, por más que el mecanismo fuese la retirada de confianza de los diputados del partido, si éste a sí lo decidiera.

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Posiciones discordantes

En el caso de la OTAN, los titubeos tan patentes del PSOE y del Gobierno se deben a que las relaciones entre ambos no discurren por cauces adecuados.

En primer lugar, un presidente de Gobierno debería tantearse la ropa antes de tomar una posición contraria a la adoptada por su partido. Si, porque tenga datos nuevos o por lo que sea, considero, imprescindible esa nueva posición, debería consultar a los órganos rectores de aquél antes de dar tres cuartos al pregonero. Sólo si esos órganos deciden compartir la postura del Gobierno o de su presidente, podría llevarse el asunto ante la opinión pública, explicando entonces, eso sí, con todo lujo de detalles e incluso pidiendo disculpas, por qué el Gobierno y su partido no harán lo que prometieron hacer.

Afortunadamente, tras muhas vacilaciones, en el affaire OTAN se ha impuesto el sentido común y parece que el Gobierno adoptará la postura que decida el PSOE en su congreso y, sobre todo, hará luego lo que opine el pueblo soberano cuando se le consulte en referéndum. Para ese viaje, dirán algunos, no hacían falta alforjas y podría haberse evitado la confusión.

Pero es que además, con la situación que se ha creado, el Gobierno y el PSOE pueden salir mal parados. El primero, porque si el congreso socialista decide ratificar su postura anterior de apoyar la salida de la dichosa organización, habrá perdido autoridad. El segundo, porque, incluso si decide rectificar, corre el riesgo -grande, a juzgar por los sondeos- de perder el referéndum, lo cual no le ayudaría demasiado, que digamos, a ganar las elecciones de 1986.

La cosa tiene así su importancia. Unos malos mecanismos de funcionamiento y la costumbre -ayer necesidad, hoy defecto- de mudar de opinión sobre la marcha hacen que los partidos políticos, cuando llegan problemas serios, no respondan como es debido. Para hablar sólo de los de ámbito estatal, a UCD le costó tal hecho la existencia, al PCE le ha impedido recuperarse de su crisis, a AP le dificulta unir a la derecha y al PSOE le puede suponer no ganar las próximas elecciones generales. El hundimiento de figuras de primer plano que fueron artífices de la transición, como Suárez, Carrillo o Calvo Sotelo, tampoco es ajeno a esa deficiencia.

Y lo que es más grave, todo ello hace que la democracia sea en España más frágil. Por eso es tan importante que los partidos funcionen bien, tengan militantes, encuentren un justo medio entre autoritarismo y asambleísmo y controlen al Gobierno dejándole gobernar.

Quizás el PSOE -que no es de los que peor funcionan- podría dar el ejemplo en el próximo congreso mejorando su organización y aclarando las relaciones que deben existir entre partido y Gobierno.

El tema OTAN, importante como es, y necesitado, claro está, de una toma de posición definitiva por parte de los socialistas, es en realidad la manifestación de algo más grave. Tomar conciencia de ello e intentar remediarlo sería el gran acierto que podría marcar el congreso de diciembre del PSOE.

Francisco Bustelo es miembro del PSOE.

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