'Un hombre y una mujer', cursilería de los sesenta
La estética de la publicidad, el ba-da-ba-da-ba-da-ba de Francis Lay y el recuerdo, por cierto romántico, que más tarde sería reemplazado en tal moda por Love story, convirtieron a Un hombre y una mujer en la película del año. Recibió la Palma de Oro del festival de Cannes de 1966 y dos oscars de la Academia de Hollywood: a la mejor película de habla extranjera y al mejor guión original. Han pasado casi 20 años, y, en el recuerdo, Un hombre y una mujer queda reducida a una peliculita que roza la cursilería cuando no entra de lleno en ella. Su blandura, tan acusada en la monótona y facilona música de Lay, parte de su propia anécdota (un viudo y una viuda que se enamoran apasionadamente aunque ella siga sin olvidar la imagen de su marido, y que tratan de remontar en sus afectos y trabajos el trance que vivieron), que apoya más tarde en la belleza de los spots publicitarios, cuyos peculiares tics los hicieron famosos en la década.
La asimilación burguesa del cambio que significaban los años sesenta para los conformistas ciudadanos occidentales motivó el apoyo esencial a esta película que, por otra parte, significaba un retroceso en el carácter vanguardista de las mejores experiencias del momento.
Algo así como el Reader's Digest aplicado a la nouvelle vague: una estimulante materia para los críticos, que no sabían cómo avalar las mejores experiencias francesas de aquella corriente, de cara a los espectadores (españoles, ante todo) que ignoraban los avances que el talante inconformista de los críticos de Cahiers du Cinema había decidido como la solución de la crisis expresiva del cine.
Ahora, Claude Lelouch, joven director a la sazón, pretende rodar una continuación de Un hombre y una mujer, que figura en letras mayúsculas en la historia de su filmografía. Ha logrado convencer a Anouk Airnée y Jean Louis Trintignant para que reincorporen los personajes de aquella película en una versión que les contemple Veinte años después, título con el que parece va a encorsetar la prolongación histórica de la pareja.
¿Qué les ocurrió a los personajes de esa historia de amor a medio camino entre los infantiles cuentos de hadas y la dureza de la madurez? La respuesta llegará a lo largo de los próximos -años, continuando probablemente la vieja cursilería de Lelouch, razón secreta del triunfo con que La rodeado sus películas más famosas, aunque sin obtener su plena definición en otros títulos, sus más frecuentes, en los que superó el límite que sus mayoritarios espectadores calibraron como suficientes en orden al buen gusto y el reflejo de sus propias emociones generacionales.
Otro Tarzán
La sesión cinematográfica que hoy nos ofrece la pequeña pantalla es complementada con la segunda entrega del ciclo dedilcado a Johny Weismuller, el Tarzán que la generación de los treinta consideró más apropiado. El éxito de la primera entrega protagonizada por tal actor estimuló a los productores a continuar la serie, y así dedicó Tarzán y su compañera al desarrollo de que fuera personaje secundario en la primera entrega. En esta ocasión se trata de manipular al típico persona: e secundario, utilizándolo de motor de la anécdota, fuera ésta tan simple como las posteriores, y aun las precedentes, que datan de las primeras experiencias de la historia del cine.
Un hombre y una mujer se emite hoy a las 22.40 por la primera cadena y Tarzán y su compañera por la primera cadena a las 16.05.
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