Henry Kissinger: "Los soviéticos quieren una tregua"
Pregunta. Comencemos por la visita del ministro soviético de Asuntos Exteriores, Andrei Gromiko. ¿Podría decirnos cómo fue la visita y qué nueva dirección, si es que la hay, está tomando la política soviética en relación a Estados Unidos?.Respuesta. No creo que se pueda decir que, a lo largo de los 30 o más años que Gromiko ha estado negociando con los norteamericanos se haya podido decir jamás que haya habido alguna reunión en la que se dieran avances significativos. No es ése el estilo de Gromiko; no es el estilo de los soviéticos. La importancia de la visita de Gromiko radica más en el hecho de que se realizara. Los soviéticos no hubieran iniciado sus contactos con el presidente Reagan a esta alturas si antes no hubieran tomado la decisión de que necesitan iniciar una fase de negociaciones. No hay duda de que tal fase será prolongada y enojosa, como la mayor parte de las negociaciones con los soviéticos, pero dentro de esos límites se ha logrado sustancialmente lo que se podía, que era bastante limitado. Ha sido la primera parte, la obertura de lo que podría ser una ópera en tres actos.
Gran parte de los debates que he leído giran en torno a la cuestión de si los soviéticos desconfían del presidente Reagan. ¿Ha contribuido esta visita a eliminar esa desconfianza? Yo diría que el peligro mayor radica en que los soviéticos puedan pensar que estamos tan interesados en las negociaciones que van a conseguir lo que desean a cambio de nada. La cuestión de la confianza o desconfianza en ciertas personalidades tiene una importancia marginal. Lo que importa es el problema al que uno se consagra.
Gromiko es la figura dominante
P. El deseo de negociación de los soviéticos debe de tener algún fundamento. Usted lo ha defendido como una ofensiva pacífica. ¿Puede explicarnos qué podría suponer en términos del control de armamentos y de cooperación regional? ¿Cuál sería su meta?R. No estoy seguro de que los soviéticos sepan en este mismo momento a dónde podrían llegar. Con el presidente Reagan han ido pasando por varias fases. Cuando llegó a la presidencia lo trataron como suelen tratar a sus enemigos potenciales: dejaron caer alusiones a posibles negociaciones. Éstas no se dieron inmediatamente por una serie de causas, porque a la Administración le parecía que había que cambiar las ideas que se habían creado en las relaciones soviético-norteamericanas. En la época en que comenzaron las negociaciones sobre la fuerza nuclear de alcance intermedio (INF) y sobre el tratado de reducción de armas estratégicas (START) había dos obstáculos: uno era las divisiones dentro de nuestra burocracia; el segundo era la inminencia de la muerte de Leonid Breznev, que hacía que no hubiera nadie en la Unión Soviética que pudiera tomar decisiones fundamentales, y hay que suponer que los conflictos entre la burocracia en la Unión Soviética son aún más intensos que en Estados Unidos, debido a que el desconocimiento que cada parte del Gobierno tiene de lo que está haciendo la otra parte es mayor en la Unión Soviética que entre nosotros. Luego vino el interregno de Yuri Andropov, y a continuación otro cambio de dirección con Konstantín Chernenko. No ha habido nunca en la Unión Soviética una situación en la que nadie estuviera a cargo del Gobierno el tiempo suficiente como para llevar una política coherente de concesiones mutuas en el marco de una negociación. Creo también que los soviéticos no han tenido únicamente un problema de sucesión, sino que ha habido un cambio de énfasis en el sistema. Primeramente, en el paso de Breznev a Andropov algunos elementos de la estructura del poder lograron cierta influencia, pero posteriormente tuvieron que ceder en parte al predominio del partido con la llegada de Cherneko, pero sin darle el mismo grado de control que habían disfrutado Brezinev y sus predecesores.
Mientras se siga en esta situación, Gromiko es, sin duda, la figura dominante en la dirección de la política exterior soviética. Pero Gromiko ha resistido tanto tiempo y se ha convertido en una figura tan dominante porque es un gran técnico. Siempre fueron otros quienes figuraron como los responsables de las directrices importantes, y él era únicamente el que las ponía en práctica. Basándome en mis experiencias con Gromiko o los soviéticos, Breznev aparecía siempre como el responsable de los avances, y Gromiko era el que parecía más precavido y más, consciente de la existencia de problemas. Aun descartando que uno fuera el bueno y otro el malo, me parecía que ese comportamiento reflejaba su personalidad. Actualmente, este hombre, que se ha pasado la vida como un simple ejecutor, es él mismo el responsable de las directrices de la política exterior, y puedo imaginarme que ha decidido que tiene que haber negociaciones, pero en esas negociaciones pone en práctica todas las precauciones por las que era anteriormente conocido, y además porque al mismo tiempo sigue manteniendo su puesto en la continua lucha por el poder en el Kremlin.
Por todas estas razones no creo que los soviéticos hayan tomado ya una decisión sobre hasta dónde quieren llegar. En realidad, lo que creo que van a hacer en los próximos tres a seis meses es hacernos saltar una serie de obstáculos teniendo en cuenta su declaración de que quieren que les mostremos hechos y no palabras.
Podríamos tomarlo como una vergonzosa bravuconada. Hemos cometido errores, pero fueron ellos quienes abandonaron las negociaciones, quienes derribaron el avión, quienes han actuado de manera intransigente en Polonia y Afganistán. Lo que quieren conseguir es una propuesta unilateral como entrada a las negociaciones. Y luego tendremos que discutir la agenda de conversaciones. Y me parece que hasta que no hayamos superado toclas estas fases no sabremos qué es lo que buscan. Lo que tenemos que hacer es emplear este tiempo en clarificar nuestra propia posición.
P. Bien, si aceptamos lo que ustoed dice, que no sabemos exactamente dónde quieren ir, ¿por qué han decidido ponerse ahora en movimiento?
R. Creo que porque se dan cuenta de que están en un punto muerto por diversas razones. Si contaban con los movimientos pacifistas europeos para detener la instalación de los misiles de alcance intermedio, sus cálculos no han resultado correctos. El año pasado tomaron claramente la decisión de dar cerrojazo a Estados Unidos, algo que ya presagiaba una declaración atribuida a Andropov, en la que se atacaba a quienes creen que se puede llegar a un acuerdo con Estados Unidos. Y anteriormente, un año antes, tuvo lugar el duro discurso de Breznev, aproximadamente a un mes de su muerte, en el que afirmó algo parecido. Se podía pensar que la puesta en práctica de tal política llevaría a untrato diferenciado entre Estados Unidos y Europa Occidental y que intentarían separar a Europa Occidental de Estados Unidos. En efecto, por rázones no fáciles de explicar presionaron al mismo tiempo a Europa Occidental y a Estados Unidos, y consecuentemente no lograron dividirlos. No progresan en sus relaciones con China. Tienen un enorme problema económico de tipo estructural. Y tendrán cada vez más preocupaciones en cuestiones de sucesión, no simplemente respecto a la sucesión de Chernenko, sino más allá: a la de todos los ancianos miembros del Politburá en los próximos años. Lógicamente quieren una tregua. Pero al mismo tiempo creo que es posible que no sepan cómo conseguirla.
Respecto a los factores que parecen conducir a las negociaciones, añadiría el hecho de que no podían prestar oídos sordos a las repetidas declaraciones del presidente Reagan de que deseaba reiniciar las negociaciones. Incluso si no deseaban ayudar a su reelección, incluso si albergaban muchos recelos, era prudente, no obstante, que intentaran averiguar qué podrían ganar. Éstos creo que son los factores principales que los han movido a las negociaciones.
Hay que presentar propuestas acabadas
P. Sin embargo, dice algo a favor del Politburó, tal como es en la actualidad, el que por muy viejo e incapacitado que esté Chernenko puedan tomar la decisión de embarcarse en un nuevo rumbo de su política exterior con Estados Unidos, a pesar de tener otros problemas.R. Sin duda alguna.
P. Bien. Pasemos entonces a la decisión de destituir, de una forma bastante brutal, al general Yuri Ogarkov. ¿Cómo cree que encaja esto en todo, si es que encaja? Ha habido especulaciones de que ha sido una especie dechivo expiatorio, una ofrenda a Estados Unidos como anticipo a la visita de Gromiko. ¿Cuál es su opinión al respecto?
R. No creo que a Ogarkov lo destituyeran como ofrenda a nosotros. Creo que su destitución demuestra la inestabilidad del grupo dirigente y que quieren disminuir la continua tensión a que están sometidos si para ello tienen que pagar lo que consideran un precio tolerable. Lo que a mí me dice es que es muy importante que cuando entremos en negociaciones nos enfrentemos a ellos con propuestas totalmente acabadas y no con generalidades, de tal manera que tengan que tomar decisiones específicas y no decisiones de actitud. Creo que han decidido negociar, pero no han decidido todavía sobre qué negociar y en qué marco.
P. ¿Enfocó usted así las negociaciones con los soviéticos cuando estaba encargado de ello, o es ahora diferente?
R. Por supuesto. Cuando yo llevaba las negociaciones con los soviéticos había una estructura de dirección más clara, aunque aún entonces no parecía tan clara como lo parece ahora retrospectivamente.
Cuando se trata con los soviéticos hay dos problemas, al menos en cuestiones de cierta complejidad técnica como el control de armamentos. Una es hacer una propuesta que suponga una mejora de la situación, que mejore objetivamente esa situación. Y en segundo lugar, conseguir que el proceso contribuya a un acercamiento político dentro de los límites que permiten la ideología y los intereses en entados.
En aquel momento me parecía que esto presentaba un auténtico problema, sobre todo en el campo del armamento. Las cuestiones en este campo son extremadamente complejas.
En el seno de nuestro Gobierno, las posturas se fijan a través de un proceso complicado de negociacíón entre diversos elementos, en el que el papel de árbitro del presidente es algo más complicado que en otros temas, debido al hecho de que él no se ha ocupado del tema ni una mínima parte del tiempo que los especialistas han dedicado a su estudio. Entonces surge una postura, se presenta en Ginebra o donde quieta que se celebren las negociaciones y a continuación se va estudiando a lo largo de toda la jerarquía soviética.
Hay que suponer que en el seno de la jerarquía soviética hay al menos algunos elementos importantes que están decididos a demostrar su fidelidad a la dirección, y en general, que, en una burocracia no se suelen tener problemas por haber predicho un desastre que jamás se produce o por haber perdido una oportunidad, porqué nadie puede demostrar que existía tal oportunidad. De forma que cuando nuestra postura llega al Politburó tienen que enjuiciar la interpretación que su burocracia les da del acuerdo de la nuestra. Así pues, no es un proceso que contribuya a un fácil entendimiento tanto en el nivel técnico como en el político. Lo que quisimos hacer fue dar a los soviéticos avisos por adelantado de nuestro punto de vista, e intentamos hacerlo a través de un canal que no tuviera que ir a lo largo de toda su burocracia para poder comunicarnos de una forma más clara. No les adelantábamos nuestra postura, nada de detalles; lo que queríamos conseguir era explicar los puntos de vista que había tras la postura que con toda probabilidad surgiría en el seno de nuestra Administración para que no le cogiera al Politburó en frío, y comunicárselo directamente a través del presidente a Breznev o a quien fuera el responsable en el lado soviético.
Creo que la falta de un canal de ese tipo es en estos momentos el obstáculo principal para el progreso de las negociaciones, y creo que en la actualidad es verdaderamente más importante lograr un avance de principios que dar con una solución técnica al problema.
Punto muerto en la teoría del control de armamentos
P. ¿En qué consistiría un avance de principios?R. Creo que se ha llegado a un punto muerto en la teoría del control de armamentos. La mayor parte de las negociaciones que se llevaron a cabo en los años sesenta y setenta tenía como base el capital intelectual de la teoría del control de armamentos desarrollada a finales de los años cincuenta. En esa época nos enfrentábamos a misiles de tan sólo una cabeza nuclear, con instalaciones fijas, y el concepto de estabilidad se identificaba con la incapacidad de ambos bandos de contar con una ventaja decisiva en un primer ataque.
Creo que estamos llegando al final de ese período por dos razones. Una, la tecnología, gracias a la movilidad y al gran número de cabezas nucleares, está ya dando lugar al tipo de estabilidad del que se hablaba en los años cincuenta. Cuando cada bando tenía por encima de 20.000 cabezas nucleares no había muchas probabilidades de una decisión calculada de iniciar una guerra. Por otro lado, la dependencia de una exterminación masiva como elemento principal de seguridad produce una desmoralización en las sociedades democráticas hasta tal punto que el pacifismo y el desarme unilateral se convierten en la motivación consciente o inconsciente de tantísimos ciudadanos que resulta difícil mantener una postura en las negociaciones técnicas.
Si se examinan las escuelas de pensamiento actualmente existentes tengo que decir que no tienen prácticamente conexión ninguna con el problema de reducir el peligro de guerra o su impacto si ésta se diese. Estas dos escuelas son la de la congelación y la de la reducción. La congelación perpetúa esa misma situación que genera inseguridad. Además, parece mucho más simple de lo que lo sería en la práctica. Al fin y al cabo, las conversaciones SALT 1 supusieron una congelación de los misiles balísticos intercontinentales, y tardamos tres años y medio en negociarlas, e incluso ahora estamos debatiendo la diferencia entre modernización de las armas existentes, cosa permitida, y las nuevas armas, que se supone que están prohibidas.
Por otro lado, los diversos programas de reducción de armamento existentes, en mi opinión, o no cambian la situación o la hacen marginalmente más peligrosa. En 1962, el presidente Kennedy pensó que estábamos al borde del día final. En esa época los soviéticos tenían menos de 100 cabezas nucleares capaces de alcanzar Estados Unidos, y nosotros teníamos unas 3.000. No conozco ningún programa de los actualmente existentes, incluso en el plano teórico, que proponga reducir el número de cabezas nucleares a 3.000. Hay una pobreza teórica. Si vamos a reducir el número de armas existentes, y sería algo bastante deseable, tiene que hacerse a unas cantidades tan mínimas que elimine el aspecto de holocausto de la moderna teoría de la disuasión.
Por eso creo que sería extremadamente útil si inmediatamente después de las elecciones se pusiera en marcha algún programa intensivo, con la participación de los dos partidos, sobre la dirección que debemos seguir. Y luego podemos trabajar sobre los parámetros técnicos. En segundo lugar, creo que tenemos que encontrar cierta forma de diálogo para debatir las tensiones políticas que existen en el mundo. Ahora mismo todo el mundo está atrapado en el control de armamentos, y se le está pidiendo demasiado.
Me gustaría que hubiera cierto consenso, al menos en el seno del Gobierno, sobre qué es lo que exactamente queremos lograr, y que podamos luego comunicárselo a los soviéticos como una idea, antes de darle cuerpo en una propuesta de números. Me parece totalmente posible llegar en un momento dado a un acuerdo de principios y que los números soviéticos fueran diferentes a los nuestros. Pero si no se sabe en base a qué principio están funcionando ellos, y ellos no saben en base a qué principio estamos operando nosotros, y todos nos dedicamos a sacar números, realmente el que se diera alguna solución y se lograra realizar una verdadera contribución a la seguridad sería algo puramente accidental.
Debe haber alguna forma de comunicación confidencial
P. Sobre el segundo aspecto de su sugerencia, ¿cuánto tiempo tardaría en establecerse un canal independiente que fuera eficaz?R. Creo que ese canal independiente podría establecerse inmediatamente, muy rápidamente.
P. Entiendo. En ese punto, ¿no ve que haya ningún problema de ideología o personalidad con los dirigentes soviético-norteamericanos?
R. Creo que habría problemas burocráticos en nuestro Gobierno, de egos ofendidos y personas que insistirían en sus prerrogativas, y al menos por lo que sé, los soviéticos tendrían por su parte el mismo problema. Pero creo que eso es algo que debe solucionar cada Gobierno. No creo que nosotros debamos designar a nadie en el lado soviético como nuestro interlocutor o, como a veces se puede leer en los periódicos, buscar una forma de pasar por encima de Gromiko. No hay forma alguna de dejar de lado a Gromiko, y si ellos quieren hacerlo es problema suyo, no nuestro.
Creo que lo que deberíamos decir a los soviéticos es que debe de haber alguna forma de comunicación a través de la cual nuestros máximos dirigentes, el presidente y el secretario de Estado para Asuntos Exteriores, puedan explicarles sus puntos de vista de forma confidencial, para que cuando tengan que tomar alguna decisión global sobre algo pueda ser clara; el conocimiento de esos puntos de vista les beneficiaría.
P. En los últimos días ha dicho usted un par de veces que ha visto a la Administración Reagan iniciar algo que no se podría considerar como una distensión, sino más bien una buena acogida...
R. No veo ninguna diferencia importante entre lo que dice actualmente la Administración y lo que se denominaba distensión. En realidad, me parece que hay cierto peligro de que se ponga excesivo énfasis en la confianza personal y no suficiente en unas negociaciones sustanciales.
P. La pregunta que se hacía la semana pasada era hasta qué punto se puede considerar permanente este cambio de énfasis por parte de la Administración y qué fuerza tiene el consenso dentro de esos diferentes polos burocráticos en Washington.
R. Creo que el compromiso del presidente es estable, lo mismo que el del secretario de Estado. Son las dos personas que mejor conozco. No hay duda de que hay elementos dentro de la burocracia que dudan persistentemente de la utilidad de las negociaciones, y en especial de las negociaciones sobre el control de armamentos. Esto, en sí mismo, no es malo; da lugar a un sano debate en el seno del Gobierno. Pero en algún momento debe haber un punto de decisión, y la decisión debe ser algo más que únicamente una postura que se presenta en una mesa de negociaciones. Debe permitir una negociación fluida. Y esto requerirá ciertos cambios organizativos después de las elecciones.
El presidente Reagan probablemente ha cambiado
P. ¿Cree que el presidente ha sufrido cierto tipo de conversión en los últimos años, o es simplemente que hemos prestado demasiada atención a su retórica?R. Creo que cualquier presidente, antes o después, se ve movido por la naturaleza de las armas contemporáneas a reducir el peligro de guerra, y creo que cualquier presidente durante su segundo mandato actúa pensando en la historia y no en su reelección. Por eso creo que el presidente Reagan probablemente ha cambiado, probablemente ha aprendido como presidente una dimensión que como aspirante no tuvo que tocar. Creo que es absolutamente sincero. Repito: el peligro mayor que veo no es su falta de sinceridad, sino el peligro de que algunas personas crean que se pueden conseguir resultados simplemente mediante un ejercicio psicológico abstracto de tranquilizar a los soviéticos y convencer de nuestra sinceridad al público.
P. ¿Cree que habrá que esperar hasta después de las elecciones para apreciar acciones tangibles?
R. Me sorprendería, y no me gustaría que nada fuera muy visible antes de las elecciones, porque si se diera un encuentro dramático, digamos entre Gromiko y Shultz, o entre un emisario del presidente y un representante de la Unión Soviética, los medios de comunicación inmediatamente fijarían unos criterios sobre las posibilidades de la reunión. Se repetiría la experiencia de la semana pasada, y lo que creo que hace falta ahora es desdramatizar, trabajar con seriedad. Lo de la semana pasada fue importante como punto de partida. Yo preferiría que no sucediese nada importante hasta después de las elecciones.
En el futuro, hasta donde puedo predecir, vamos a tener a la URSS como rival y competidora, y sin embargo tenemos que trabajar en ciertas cuestiones de cooperación. La mayor parte de la experiencia diplomática y de política exterior norteamericana consiste en tratar a los países, bien como amigos o como enemigos, y en pensar que los problemas tienen todos solución en uno u otro plazo. Por ejemplo, los opositores a los acuerdos con la Unión Soviética afirman constantemente que los soviéticos consiguen ventajas en los acuerdos. Parto de esa premisa. No van a firmar un acuerdo que no les dé cierta ventaja. La cuestión es si hay un equilibrio con las ventajas que nosotros podemos obtener; y las que pueden obtener los soviéticos; sin este equilibrio jamás se logrará un acuerdo o, si se firmase por algún error, jamás se cumplirá.
Esta naturaleza de nuestro debate nacional crea grandes dificultades porque por un lado hay gente que dice que cualquier acuerdo es deseable y que enfoca, las relaciones Este-Oeste como un problema psicológico. Por otro lado, están quienes piensan verdaderamente que cualquier acuerdo supone una degradación de nuestra postura moral y que nos hace débiles para la lucha final; y para no caer en los excesos de ninguno de los dos bandos la postura psicológica tienta a la URSS a hacer ofensivas de paz como una forma de desarme unilateral. De manera que el reto que tiene la Administración es lograr un curso de acción regular que no pretenda que los soviéticos se han convertido de repente en amigos, pero que esté dispuesto a firmar acuerdos que vayan en beneficio mutuo.
Moscú intentará conseguir la tregua a cambio de nada
P. ¿Cómo interpreta usted el incidente de Honecker, los continuos cambios, el voy-no-voy? ¿Por qué no fue finalmente a la República Federal de Alemania?R. Creo que uno de los factores que indujo a Gromiko, o que lo convenció, a hablar en Washington fue el temor a que si no hablaba, algunos de sus Estados satélites podían hablar con los europeos. Yo interpreto el incidente como que si los soviétivos tuvieran absoluta seguridad en los alemanes del Este hubieran permitido la visita de Honecker a la RFA para propagar su línea, que al menos suponía un atractivo para el movimiento pacifista, o que hubiera podido casar el movimiento pacifista con ciertos impulsos nacionalistas alemanes del Este.
Deben de sentir una sensación extraña en la Unión Soviética al ver que un partido comunista que tenía el monopolio de la enseñanza, la información y la policía se derrumbaba totalmente en un país como Polonia y al ver surgir la única revolución espontánea en un país industrializado en el período de posguerra en un país comunista. Y deben de haberse dado cuenta de que las tendencias fundamentales que se dieron en Checoslovaquia, Hungría y Polonia se daban también en la República Democrática Alemana.
P. En el cuadro que usted presenta de una Unión Soviética atrapada por su inseguridad en la Europa del Este, y en una especie de lucha de sucesión de largo alcance, ¿no quiere decir todo ello que mientras desee una tregua pueden ser bastante receptivos a un avance importante en el terreno de los principios?
R. Lo primero que intentará es conseguirla a cambio de nada.
Hay que traducir el deseo general de tregua en programas específicos. Yo pediría que se fuera generoso y precavido en estos programas, pero también pediría que no dejásemos que todo esto se diluyera en declaraciones confusas de buena voluntad. Y finalmente, sí, se mostrarán receptivos a un aproximamiento de ideas, pero el camino no será fácil.
Copyright Henry Kissinger Distribuido en exclusiva por Los Angeles Times.
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