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Los aspirantes a la presidencia de EE UU, frente a frente

¡Segundos fuera!

El árbitro acaba de decir a los combatientes que crucen guantes, luchen limpio y comiencen la pelea. Cada uno en su rincón, los segundos vuelan entre recomencaciones, finales e instrucciones susurradas a última hora.El rincón de Ronnie

Estos son los puntos principales de maniobra que se oyen en el rincón de Reagan:

1. Olvídate de que eres el campeón y sal como un aspirante. Cuando te digan que ha s provocado el peor reflujo económico conocido desde la gran depresión, echa la culpa a la inflación y a los bajos tipos de interés de la época Carter-Mondale. Recuerda a la muchedumbre que tú ha reducido a la mitad el índice de miseria que se duplicó bajo la Administración anterior a la tuya. No olvides nunca que el apellido de tu oponente es Carter.

2. No les dejes que utilicen el déficit para llevarte a una posición defensiva. Mantente firme frente a los números rojos y responsabiliza del déficit a los derrochadores del Congreso. Afirma que el peor medio de acabar con él es la acumulación de ¡ni puestos propuesta por tus adversarios, y di que piensas que ese plan haría abortar la recuperación y lanzaría a millones de trabajadores al paro. Reta luego a Mondale para que apoye contigo la enmienda del presupuesto equilibrado.

3. Pon cara de profunda incredulidad cuando conteste. Comienza todas tus réplicas con tu frase favorita de "perdona pero...", que te permite sembrar dudas sobre su veracidad sin perder tu imagen de buen chico. Hacia el final, mueve la cabeza y sonríe como si te hubieras estado conteniendo hasta ese momento para decir: "Ya empieza otra vez...".

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4. Oye la pregunta que quieras oír y no la que te pregunten. Algún periodista te preguntará cómo puedes conciliar tu promesa de reducir el sector gubernamental y tu logro de aumentar la participación federal en el producto nacional bruto del 20% al 24%. Esto sólo les preocupa a los de derechas, y no tienen otro sitio a dónde ir; así que convierte cualquier acusación de que has gastado mucho en una baza para tu presupuesto de defensa.

Cuando le dijiste a Jimmy Carter que pidiera perdón, tras responsabilizarle de las tres derrotas terroristas que has sufrido en Beirut, él te pidió que dejaras de repetir la falsedad de que él redujo el presupuesto de defensa. Es evidente que le duele, así que repítelo.

5. Contraataca sobre sus puntos débiles. Si te sacan a relucir los lapsos éticos, tráficos bursátiles o actividades criminales de tus colaboradores, sal en defensa de Geraldine Ferraro. Maldice a los malditos medios de comunicación que hacen imposible que la gente de bien sirva al pueblo, y promete que no te unirás a la campaña de ináindios desatada contra esa honrada mujer por la simpje razón de que su apellido es italiano o de que aceptó ¡legalmente algunos cientos de miles de dólares de su rico marido para financiar su campaña. Invítale a Mondale a que te contradiga.

El rincón de Fritz

Entre tanto, en el rincón del combatiente que viste una bata con la leyenda Fritz en lucha sobre la espalda, los preparadores le aplican cicatrizantes a las heridas tumefactas, le colocan el protector en la boca y le dicen lo siugiente:

1. Sacúdele al viejo desde el principio, dirige tus respuestas a él más que a los periodistas. Sea cual sea la primera pregulnta, responde con un gancho contundente de izquierda del tipo: "Si Reagan vuelve a ser elegido, vuestra seguridad social y beneficios médicos peligrarán mortalmente".

2. Advierte a los televidentes de las "sorpresas de diciembre" que les esperan si dan suelta al verdadero derechista que es Reagan. Enumera la cantidad de gastos que quedan por rebanar e imita a su oponente a que desmienta su plan secreto. Esto atemorizará a todos los mayores de sesenta. Si te acusa de demagogia, pregúntale qué nombre le pone a su propia predicción de que la reducción democrática del gasto público provocaría una recesión. Haz que se enfade, para ver si mete una de sus clásicas patas.

3. Demuéstrale hasta qué punto se encuentra fuera de onda. Cuando respondas a una pregunta que te hagan, lánzale a él una cuestión como ésta: "Apuesto a que ni siquiera se sabe los nombres de los integrantes de su consejo asesor económico". En realidad, nadie los sabe, pero ese directo puede hacer que Reagan se ponga a consultar con aire culpable la chuleta que llevará escrita en el puño, de la camisa.

4. Habla de la parálisis de su Gobierno. Inténtalo así: tu secretario de Trabajo acaba de ser procesado por robo; tu fiscal general calienta el asiento de un sustituto que sigue estando en el aire; tu secretario de Defensa siega la hierba bajo los pies de tu secretario de Estado; tu director de la CIA se niega a hablar con tu jefe de Gabinete, y tu secretario de Vivienda y Desarrollo no ha sido visto en los últimos tres años. ¿Quien trabaja seriamente?

5. Por último, lanza un golpe decisivo sobre el punto más vulnerable de Reagan. Dedica toda una respuesta de 90 segundos a recitar en tono monótono sobre el problema de los petrodólares, la eurodivisa y el desequilibrio comercial. Si con esta treta consigues que tu oponente dormite ante 60 millones de telespectadores, habrás ganado el debate y la elección.

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